Cuando tomamos un avión, tenemos muy presente toda la tecnología y el equipo de profesionales altamente cualificados que nos permiten volar, pero solemos pasar por alto que este complejo y avanzado engranaje queda a expensas del Servicio de Control de Fauna, que se ocupa de que ningún animal -especialmente aves- se cruce en la pista y haga peligrar las maniobras de despegue o aterrizaje de las aeronaves.
En el Aeropuerto de Eivissa, esta tarea la realizan dos técnicos de la Fundación Natura Parc -entidad que opera en las Pitiüses desde hace un año y que también desempeña esta labor en los aeródromos de Mallorca y Valencia- que cuentan con la inestimable colaboración de nueve halcones y dos perros, a los que acaba de unirse un búho real.
Cada hora efectúan una ronda de reconocimiento en el perímetro del lado aire del aeropuerto, actuando cuando es necesario, además elaborar los censos de las distintas especies que habitan en los alrededores tanto durante el día como en horario nocturno.
«Es imposible que no haya un pájaro volando, pero los disuadimos con todos los medios que disponemos», comenta Raúl Caballero, uno de los dos técnicos encargados de este servicio.
Su misión es dispersar la fauna invasora manteniendo la seguridad tanto del aeropuerto como de la fauna, para lo que utilizan tanto medidas preventivas como correctivas.
Así, muchas veces se evita la presencia unas especies -lechuzas, por ejemplo- sin actuar directamente contra ellas, sino impidiendo la proliferación de otras que las atraen, como los ratones en este caso. Otras veces, especialmente cuando se trata de especies protegidas, es suficiente con recurrir a reclamos, redes y trampas para hacer una captura y trasladar los individuos a otras zonas más alejadas.
«Hace poco atrapamos una decena de alcaravanes, que el Ibanat anilló y se encargó de traslocar al norte de la isla. Este sistema nos ha funcionado, porque en los censos posteriores no hemos detectado ningún individuo anillado», comenta Caballero.
Especies insistentes
Sin embargo, otras especies son mucho más insistentes, como las gaviotas de pata amarilla, y obligan al Servicio de Control de Fauna a dispersarlas utilizando halcones y perros, grabaciones con sonidos de pájaros alarmados, pirotecnia e incluso una escopeta para asustarlas. «Llega un momento que aprenden y, aunque tengan cierto miedo, no se sienten amenazadas y nos obligan a actuar de manera continuada» afirma.
Cada halcón realiza misiones distintas en función de su especie. «Los peregrinos son altaneros, sobrevuelan y se lanzan en picado, mientras los sacres persiguen a su presa hasta agotarla o los halcones harris son buenos para cazar conejos», relata el técnico.
Por otra parte, Caballero destaca que el aeródromo pitiuso presenta unas peculiaridades que lo hacen idóneo para determinadas especies: «Desde la altura, muchas aves se sienten atraídas por una de las pocas zonas llanas y despejadas de bosque de la isla, ideal para el descanso de aves migratorias, donde se alimentan y beben cuando llueve y se forman charcos».
A pesar de ello, la cercanía con el Parque Natural de Ses Salines no representa una dificultad añadida: «La mayor parte de aves de marismas no abandonan el hábitat que le es propio y muchas han aprendido a esquivar la zona del aeropuerto», indica el halconero.
Así, en el último año, el Servicio de Control de Fauna solo ha detectado diez impactos y ninguno de ellos se ha saldado con daños para los aviones. Entre algunas de sus actuaciones, Caballero recuerda cómo un halcón se introdujo en la cinta de las maletas persiguiendo a una paloma o en otra que un halcón no pudo esquivar los fingers de acceso.
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