Las puestas de sol venden, y mucho. Son un reclamo turístico que se explota cada verano. Pero lejos de la postal de recuerdo existe un momento íntimo, mágico, que en ocasiones se vive en soledad y, en otros muchos, se comparte. «Me relaja mucho venir sólo a ver la puesta de sol. Es un momento para estar con uno mismo», comenta Toni, de Barcelona, mientras contempla como se esconde el sol. En Eivissa se han convertido en una cita diaria seguida por cientos de personas que desde distintos puntos de la costa la siguen con fidelidad.
Es jueves y aún queda media hora para que el sol desaparezca justo por el horizonte, en el mar. Cientos de personas buscan sitio en la playa que está situada frente a la terraza del Kumharas, en Sant Antoni. La playa de este local se ha convertido en uno de los lugares habituales para ver la puesta sol y, aunque está de moda, no está tan masificado como pueda ser ses Variades de Sant Antoni, donde se ubica el archiconocido Café del Mar. «Nos conocimos en Eivissa y vimos aquí nuestra primera puesta de sol juntos», comentan sentados en una toalla Jaume y Cristina. «Es un momento en el que te evades, relajas, desconectas...Es algo que tenemos y no valoramos como deberíamos», comenta Cristina. Mientras la gente lo contempla desde la orilla, algunos afortunados pueden disfrutar de este momento desde el barco y otros, más intrépidos, volando en parapente.»Nos hubiera gustado ir a Benirràs pero no nos daba tiempo», añade Jaume. Éste es otro de los lugares donde el atardecer se ha convertido en un gran evento. Además, en esta pequeña cala del norte de la isla los domingos al caer el sol se celebra un homenaje al astro rey: la fiesta de los tambores. Otro de los atractivos para residentes y turistas.
A mediados de julio y también en el mes de agosto, el sol también se pone por el mar en las Platges de Comte, en el municipio de Sant Josep, al suroeste de la isla. La belleza de estas calas que tienen enfrente pequeños islotes también las han convertido con los años en un lugar ideal para disfrutar de la puesta de sol. Algunos niños juegan en la orilla ajenos al acontecimiento del día. Los adultos, en cambio, sacan sus cámaras para inmortalizar el momento. Único recuerdo que se podrán llevar de este instante tan etéreo y, en mucho casos, especial. «Es nuestra primera puesta de sol en Eivissa y para los pequeños, la primera de sus vidas», explican Celia y Javi, de Barcelona, que por recomendación de una amiga han decidido presenciarla en esta playa, junto a sus hijas Carla, María e Ivet. «Es, desde luego, un momento especial ya que es la última noche en la isla», comenta Celia.
Pasan unos minutos de la nueve y el sol, más rojo que en ningún otro momento, se funde con el mar. Últimas fotos y últimos instantes para el sol de hoy. Una vez que ha desaparecido, comienzan los aplausos, una reacción espontánea, quizás a modo de agradecimiento. Mañana, por suerte, habrá una nueva cita con el sol.
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