Los pequeños han estado unas semanas construyendo la cabaña.

El día no acompañaba ayer en la escuela de verano de Buscastell. Las nubes ocultaban el sol y alguna gota de agua caía sobre la tierra.

Los niños sonreían, comentando que «si llueve nos metemos en la cabaña que hemos construido». Y es que hace dos semanas que han levantado una 'casita' en el bosque hecha a base de palos, ramas de árbol y hojas para cubrir el techo.

La jornada de ayer sirvió para pintar los cartones que hacían la función de paredes. Luci y Marina se empapaban las manos de pintura de colores para dibujar una puesta de sol, un barco o para dejar sus huellas impregnadas en la superficie.

Otros, como Paula y Silvia, se dedican a otras cosas como barrer el suelo de la cabaña. Con una gran rama de un árbol, las niñas despejan el lugar.

Atentos a los movimientos de los chicos, Laida, Paula y Paco, los tres monitores encargados del grupo. Paco rellena el techo con hojas mientras las dos chicas ayudan a los pequeños a pintar los cartones.

Pronto, todos los niños comienzan a tener más pintura en el cuerpo que en el propio cartón. Marina se dibuja un sol en la barriga, mientras que su amiga Silvia prefiere un corazón en la mejilla.

Entre todos, comentan lo bonita que les está quedando la cabaña. «Yo he puesto los palos que la aguantan», comenta Carlos, uno de los mayores del grupo.

Los pequeños, además, suelen tener los días que salen al campo un invitado. Se trata de Chucho, un simpático perro propiedad de una vecina que le deja correr por el campo y acompañar a los niños en sus jornadas campestres. Luci comenta que «casi siempre le sacamos a pasear, pero también hay que tenerle atado porque si no molesta».

El perro, meneando la cola, corre por el lugar detrás de los niños, que juegan con él sonrientes y con la ropa llena de pintura, lo que demuestra que, sin duda, ha sido un día divertido.