La delgada línea de prejuicio entre el pincel y el aerosol es lo que preocupa al joven Alexander Barakhov, estudiante del bachillerato de Arte y gaffitero por afición.
Junto a cuatro amigos está en proceso de cambiarle la fachada a la sede de Sindicato de Comisiones Obreras con formas y dibujos de gran tamaño, que el personal que allí trabaja vio con buenos ojos y aceptó la propuesta dando permiso a estos jóvenes.
Ahora, donde había huecos y suciedad, está la cara de Camarón, una versión que Alexander ideó basada en la pintura de su amigo Fernando Jiménez, cuya exposición se puede visitar estos días en Sa Nostra. De la galería a la calle, es un ejemplo del arte efímero de los que han decidido elevar de categoría el graffiti y hacerlo legal, vistoso y aceptado socialmente para oponerse, con imaginación y buen gusto, a la mera firma con la que se expresa la mayoría.
«Empecé haciendo el gamberro, como todos, y firmando en todas las paredes. Pero enseguida decidí progresar y hacer dibujos y pinturas que a la gente le molen. Y ahora sé que firmando en el portal de tu vecino tiras piedras a tu propio tejado», comentó el joven estudiante, que ahora lleva cinco años de afición al graffiti y que, además, se dedica a hacer otras cosas relacionadas con la imagen, como cómics y pinturas.
«He crecido», asegura Alexander. Se refiere a la nueva forma que encontró de llevar a cabo su afición con el graffiti. «Antes me movía en los dos ámbitos, en el de firmar por la noche cualquier pared y en el de hacer un mural. Pero ahora no, y no quiero ofender a otros porque hay gente que tiene 30 años y lo sigue haciendo. Y eso para mí ya no es agradable», agregó.
Sin embargo, y por más que en la actualidad lleve a cabo algún encargo o pinte con permiso como en el caso de Comisiones Obreras, aún queda mucha gente que le mira con mala cara al verle con un spray cerca de una pared: «En esta sociedad hay muchos prejuicios porque si pinto con spray es vandalismo pero si lo hago con pincel ya es arte y están equivocados porque yo estoy haciendo lo mismo», aseguró.
Una de sus creaciones fue borrada por Colin Gradon, un visitante de la isla que el año pasado comenzó su particular cruzada de pintura blanca contra los graffiteros de Eivissa y varias ciudades de la península.
«Lo que ha hecho este fin de semana en los campos de fútbol de Can Misses y Can Cantó nos tiene bastante cabreados porque era una pared legal e hicimos esos graffitis para un concurso del Ayuntamiento y el Casal de Joves. Encima no lo ha blanqueado bien, ha cogido sólo la brocha y ha pintado encima, sólo para fastidiarlo», explicó Alexander.
Desde su forma de actuar, este joven decidió que la firma, ese símbolo que entre graffiteros significa marcar el territorio, quedó atrás. Y aunque le lleve horas lograr un dibujo, su objetivo es darle un sentido a su hobbie y hacerlo agradable también a los ojos de los demás. L.A.
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