La iglesia del siglo XVIII de Sant Llorenç de Balàfia lucía ayer aún más blanca. En el día en el que sol está más cerca de la tierra, decenas de vecinos asistieron a la fiesta grande de la localidad, que comenzó con una misa oficiada por el obispo Vicente Juan Segura. Encontrar una sombra, abrir un paraguas a modo de sombrilla y abanicarse una y otra vez era lo único que podían hacer los asistentes para aguantar la canícula de agosto aliviada por una leve brisa que de vez en cuando soplaba en la plaza de la iglesia.
Las nuevas puertas de cristal de la parroquia permitían ver la homilía desde eporxo, y dentro, en la parte superior de la iglesia, el aire acondicionado refrescaba desde los recién estrenados aparatos. En este proyecto de acondicionamiento del edificio está en consideración el de transformar la ventana superior en un vitral con la imagen del santo.
Una vez terminada la homilía llegó el momento de la tradicional procesión por las calles del pueblo. Después, una decena de carros antiguos ofreció un desfile, y entre ellos, el más pequeño tirado por un pony, se ganó la simpatía de los asistentes llevándose los aplausos en cada una de las vueltas que dio la desfilada.
La numerosa colla de Labritja formada por adultos y niños ofreció una larga y variada demostración de ball pagès antes de que comenzaran a circular los bunyols y las orelletes, regadas con vino blanco y frío y vi pagès a elección.
Una gran comitiva de políticos quisieron acompañar al alcalde de Sant Joan, Joan Marí Marí Carraca, el caso del presidente, Pere Palau, el alcalde de Sant Antoni, Jose Sala, y las conselleres, Cati Palau, Carmen Domínguez y Stella Matutes, así como el conseller balear Josep Juan Cardona, el diputado Enrique Fajarnés, y el conseller del Pacte Vicent Tur.
Luciana Aversa
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