E. RODRÍGUEZ
La Conselleria de Medi Ambient confía en que a finales de julio ya estén instaladas el centenar de boyas 'ecológicas' previstas entre Eivissa y Formentera para que estén operativas en el momento de mayor afluencia de embarcaciones del año. Actualmente se están instalando los primeras puntos de amarre en la bahía de Pollença, en Mallorca, y, según fuentes de la Conselleria de Medi Ambiente, el siguiente paso será instalar las 150 boyas previstas en las Pitiüses.

Esta actuación se enmarca en el proyecto Life-Posidonia, cofinanciado por la Unión Europea en un 50 por ciento, y que cuenta con un presupuesto de seis millones (1.000 millones de pesetas) para toda Balears. En las Pitiüses se instalarán 50 boyas en ses Salines, 70 en la Badia de s'Alga y 30 en Caló de s'Oli, en Formentera, con un coste aproximado de 424.000 euros (70,3 millones de pesetas).

Las boyas que se ubiquen en una zona arenosa estarán sujetas por bloques de hormigón de un metro cuadrado y 70 centímetros de altura, mientras que las que se coloquen en los fondos de posidonia se sujetarán al suelo con un tornillo ecológico de acero, con una superficie de 15 centímetros. En las superficies rocosas, se utilizarán pequeños tacos, que ocuparán un espacio inferior a los tornillos, para sujetar las boyas. La Conselleria de Medi Ambient tiene previsto destinar una embarcación con dos personas en cada uno de los puntos donde se ubicarán las boyas para informar sobre su funcionamiento y, sobretodo, velar por su cumplimiento.

Con estos puntos de amarre fijos se pretende evitar la degradación de las praderas de posidonia como consecuencia de la acción de las anclas. Precisamente, un equipo de científicos internacional ha descubieryo la existencia de un ejemplar de posidonia de ocho kilómetros de longitud y al menos 100.000 años de antigüedad, lo que le convierte en el ser vivo más grande del mundo.

Esta planta se encuentra en una pradera que se extiende entre la zona de es Freus, en Formentera, y ses Salines de Eivissa, con 700 kilómetros cuadrados de extensión. De todos modos, los científicos alertan de que estas praderas están desapareciendo a un ritmo de un 1-2 por ciento anual, cuatro veces superior a la tasa de pérdida de los bosques tropicales.