El obispo Vicente Juan Segura da la bendición a una de las mascotas que fueron llevadas por sus dueños, ayer a Sant Antoni.

La procesión de mascotas a bendecir fue larga y muy variada, pero, aún así, el agua bendita alcanzó para todos, incluso para una pitón albina de tres metros de largo.

En el día grande del patrón de los animales, San Antonio Abad, fieles de todas las parroquias se acercaron ayer al mediodía hasta las puertas del Ayuntamiento de Sant Antoni para que sus mascotas recibieran la santa bendición. Y entre ellas, muchas destacaron por su exotismo, aunque no faltaron los perros y cachorros que, como siempre, fueron mayoría.

Una cacatúa, un cerdito tailandés, un jabalí, una iguana y dos loros guacamayos del Amazonas, fueron algunas de las mascotas poco comunes que desfilaron por delante del obispo de las Pitiüses, Vicente Juan Segura, encargado de llevar a cabo la bendición. También pasaron peces nadando en sus peceras, tortuguitas de agua, conejos y hamsters, sin olvidar algunos gatos encerrados en sus jaulas, que poco querían tener que ver con la cantidad de perros presentes en el día festivo.

«Lo bautizo para que no se lo coma el gato de la vecina», aseguraba el pequeño Pierre de diez años, que había traído su hamster de tres meses y de nombre Mimi. Y es que dos horas antes de la bendición, las mascotas y sus dueños compartían la espera intercambiando impresiones sobre los animalitos, que despertaron gran expectación entre los niños y adultos allí presentes.

A la pitón, la más acariciada de la mañana, poco le llamaron la atención los conejos que también aguardaban el agua bendita, porque, según su dueño, Vicente Calderón, se alimenta de conejos muertos con el fin de que no desarrolle agresividad. «Es un animal noble e inofensivo y que llama mucho la atención», destacó Calderón, que junto a la Pitón trajo también una cacatúa de nombre Beauty, que no viven en su casa sino en la tienda de animales que tiene en Cala Bou.

Otro de los animales más atractivos de la jornada fue el cerdito tailandés Lucas, de tres meses de edad, en el que muchos veían un sabroso jamón para el futuro, idea que no compartía para nada su dueño José González. «Es el cuarto de la primer camada que tenemos y no será para comer, sino para regalar o para vender, pero cuando sea adulto», aseguró González, que paseaba a su cerdito por las calles del puerto atado con una correa y un collar.

L.Aversa