Más de medio centenar de taxistas de Eivissa quisieron secundar ayer el paro convocado en todo el territorio nacional como muestra de apoyo a la familia del fallecido. Foto: SONIA GAITÁN

Más de medio centenar de taxistas secundaron ayer en el aparcamiento disuasorio de Gesa el paro nacional convocado en apoyo a la familia del taxista asesinado en Bilbao en la madrugada del lunes. Asimismo, el grupo de taxistas pitiusos, al igual que el resto de trabajadores del sector nacional, solicitaron mayor protección y seguridad en su trabajo.

El presidente de la Asociación de Taxistas del municipio de Eivissa, José Miguel Cardona, indicó que tras el asesinato de un taxista hace más de una década en Eivissa, los taxis «instalaron mamparas de protección» aunque estas se eliminaron hace ya tiempo debido a que reducía y dificultaba las maniobras del conductor. Además, estas mamparas de protección, según explicó ayer Cardona, suponían reducir el espacio del vehículo: «Solicitamos a las administraciones que introduzcan nuevos vehículos que cuenten con el espacio suficiente para los viajeros y con medidas de seguridad para el taxista», indicó Cardona.

Durante el día de ayer, no sólo el aparcamiento de Gesa fue el escenario del paro sino que en cada una de las paradas de la isla, los taxistas también secundaron el paro para reclamar mayor protección: «Actualmente los taxistas no tenemos seguridad en ningún sitio, y cualquiera que suba en nuestros vehículos nos puede hacer lo que quiera y como quiera», indicó José Miguel Cardona, que mostró su apoyo moral a la familia del taxista asesinado el pasado lunes.

Los 774 taxistas de Bilbao pararon ayer todo el día y los de las capitales vascas y muchas otras ciudades de España, una hora, en protesta por el asesinato de un compañero, cuyo funeral se convirtió en una multitudinaria muestra de dolor. Los taxistas bilbaínos, a quienes se unieron los de otras localidades cercanas y los conductores de los autobuses públicos de Bilbao y Vizcaya, despidieron por la tarde al compañero asesinado en un ambiente de tristeza y resignación, en un nutrido funeral. El profesional bilbaíno Eduardo Robredo Cortes, de 45 años, casado y con dos hijas de 10 y 1 año, murió desangrado la madrugada del pasado lunes tras recibir una puñalada en el cuello.