Es la hora del bocata y sus compañeros de la obra desenvuelven el papel de aluminio para saborear el menú del día. Todavía hace calor y una latita de refresco calma la sed de toda una mañana de trabajo. Más allá, otro obrero de nombre Abdelhak Diki se encierra en el coche y lee tranquilamente su libro. No ha probado bocado ni gota de agua desde que salió el sol, y no lo hará hasta que el astro rey se ponga. En ese momento volverá a ser la hora de recitar los versos del Corán en la mezquita, cumpliendo con una de los cinco llamadas que todos los musulmanes tienen para orar. «Nos guiamos por el calendario de la luna; entonces, como el sol cae cada vez más temprano se cambia la hora del llamamiento», explica Diki, portavoz y tesorero de la comunidad islámica de la ciudad de Eivissa.

Esta tarde son exactamente las 19'11 horas. Las otras llamadas para rezar fueron a las 6'41; a las 14'30; a las 17'22 y volverá a ser 20'33 horas. Una alfombra con dátiles y vasos de leche está servida para calmar el apetito de aquellos que van llegando a la mezquita de Eivissa, una de las tres que se encuentran en la isla ya que las otras están en Santa Eulària y Sant Antoni.

Todos hombres se quitan los zapatos y comienzan a recitar los versos del Corán guiados por el Imam. Entre otras frases expresan que 'Dios es único y es grande'. «Hay veces que se dicen en voz alta y otras que se dicen en voz baja. Al mediodía y al atardecer se dicen en voz baja y por la mañana, cuando se pone el sol y por la noche, en voz alta», explica Diki, que después de los seis minutos de oración emprende el camino a casa para almorzar junto a Fátima, su mujer, y a sus hijos Tarik y Ibrahim.

La primer comida
«Este mes es para nosotros una fiesta grande. Se juntan los familiares, los niños aprenden a hacer el Ramadán y no es solamente para comer, también nos acercamos mucho a Dios», explica Fátima, que ha preparado una mesa con todo lo que no puede faltar para una comida de Ramadán: jarira, chebakia, huevos cocidos, dátiles, higos secos, batido de fruta y pan casero, los alimentos que otorgan a los musulmanes las vitaminas necesarias para continuar sus días de ayuno. Mientras, en la televisión, miles y miles de mahometanos rezan en la Meca, en Arabia Saudí, en una transmisión directa de la cadena Al Jazzira. «Tengo antena que puede coger hasta 120 canales. Miro Al Jazzira porque siempre emite noticias y cosas que pasan en el mundo musulmán, pero cuando me voy, Fátima mira esas telenovelas egipcias que empiezan hoy y terminan dentro de tres meses», dice Diki.

Pero Fátima no sólo ve telenovelas, también reza en casa y recuerda con cariño cuando hace dos años hombres y mujeres oraron juntos en el Poliesportiu es Viver. «Tirando una lona grande las mujeres rezaron de un lado y nosotros del otro. Pero como aquí la mezquita es pequeña ya no caben ni los hombres», explica Diki, que calcula en 7.000 el número de musulmanes de la isla.

«Yo llegué hace 26 años, llevo la mitad de mi vida en Eivissa. Hace 12 años decidí seguir el camino del Islam. Dejé de beber y empecé a cumplir con lo que dicta el Corán», agregó Diki, para quien ir a la Meca es la alegría más grande que puede sentir un musulmán.

El Ramadán empezó para ellos el 4 de octubre y se extenderá por 29 o 30 días, dependiendo del calendario lunar. Después vendrán tres días de festejos entre amigos y familiares. L.A.

Fátima dedica sus domingos a preparar kilos y kilos de chebakias de sésamo, que después repartirá entre ella y sus tres hermanos, que también viven en la isla. Y aunque asegura que el Corán manda que las mujeres musulmanas vayan cubiertas excepto la cara y las manos, tiene su propia lectura de esta norma: «Es para que no nos miren otros hombres que no sean nuestros maridos», explica. Su trabajo de cocinera de hogar es importantísimo para cumplir con el Ramadán.

Según cuenta, las chebakia son galletas de sésamo que elabora con anís, almendras, harina y un poquito de vinagre, canela, colorante y agua de azahar. La jarira es una sopa de ajo, perejil, cilantro, cebolla, tomate, garbanzos, carne de pollo, harina con agua y huevo, y además lleva un poco de pimienta, de colorante y canela.

Los amigos solteros siempre son bienvenidos a comer en la casa de Diki, por eso Fátima siempre hace mucha jarira para que alcance para todos.

Esta vez, el hijo mayor, Tarik, está jugando al fútbol y ha decidido que no comerá hasta que regrese del partido. Porque aunque en los jóvenes no es obligatorio el Ramadán hasta los 15 o 16 años, Tarik quiere hacerlo.