Aldo Kodac frente a su mesa de trabajo en su casa-taller de Santa Agnès. Fotos: MARCO TORRES
Si al posar por primera vez la mirada en una pintura de Aldo Kodac no aparece una mano amiga, una sonrisa extraña o unos ojos alegres, es porque este pintor uruguayo afincado en Eivissa ha burlado lo más profundo de su creatividad para crear una obra neta y abstracta en la que el puntilleo y el color trazan sus propios caminos que invitan a pasear: «Me atrae el abstracto y el constructivo que muchas veces es color, son formas y es puntilleo. Pero hay algo en mí que siempre me tira a lo humano, como puede ser un gesto o una mano, o como puede ser algo muy perdido y muy fugaz, algo que termina sucediendo», explica el pintor desde su casa-taller de Santa Agnès, la misma que fue su hogar en Eivissa cuando llegó por primera vez en 1988 y lo volvió a ser cuando hace tres años decidió quedarse los veranos y los inviernos enteros en la isla. «Tuve muchas idas y muchas vueltas con Eivissa, que prácticamente se prolongaron en estos 15 o 16 años entre la India y Uruguay, que es mi país, y en todos siempre fui montando talleres así como en Eivissa también siempre un taller».
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