La elaboración de los menús de la residencia de Cas Serres lleva un
complejo proceso que comienza a primera hora de la mañana cuando
Alfonso Grimaldo, encargado de almacén y suministros, empieza a
recibir los alimentos de los proveedores. Mientras tanto, en la
cocina se empieza a trabajar en la elaboración de caldos y los
desayunos.
Las dietas se establecen coordinadas entre Margalida Tur, un
auxiliar de enfermería experta en dietética, el médico y la
dirección de enfermería. Existen seis tipos de dietas diferentes
(normal, astringente, diabética, protección gástrica, la líquida y
la especial, que abarca la baja en calorías y en grasas). A cada
dieta se le asigna una tarjeta que se incluye en la historia
clínica sobre el tipo de alimentación y se trata de adaptar lo
mejor posible al residente, incluso hay dos con programas de
hemodialisis. Si hay cambios se recogen en la tarjeta y Enfermería
lo lleva a la cocina con los nombres . De allí las bandejas con los
menús salen a la habitación o a los comedores.
La comida ha sido siempre uno de los motivos de queja de los
mayores. «Creo que aquí se come muy bien porque mucho presupuesto
se va en alimentación. Los productos son de primera calidad»,
defiende Margalida Ferrer, directora en funciones y psicóloga del
centro. Sólo en verduras frescas, el consumo es de un 50% más que
el año pasado. «El Consell no nos pone límites en la comida»,
apunta Grimaldo.
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