Juan Ramón Bonet contempla los daños causados por el frío.

Hay que acostumbrarse a contratar seguros ya, porque así sabes que tienes la temporada medio salvada», señaló ayer Juan Tur, un agricultor que por segundo invierno consecutivo ha perdido sus cultivos a causa de las bajas temperaturas con costes económicos que calcula entre los «12.000 y los 15.000 euros».

«El invierno es muy malo porque el pasado a mí ya me heló la primera patata y este año lo he recibido con el cultivo de hojas», explicó este profesional, propietario de más de cinco hectáreas en Can Tomàs, que ya no cuenta con una primera plantación de coles, coliflores, brócoli y lechugas debido al granizo del pasado mes de diciembre, y que en la última semana sumó a sus pérdidas más cultivos de brécol, coles y habas debido a las heladas.

Juan Tur es uno de los socios de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni y forma parte, al igual que José Ramon Bonet, de Can Vedrané, del 90% de los agricultores profesionales que perdieron sus plantaciones, según afirmó la técnico agrícola de la cooperativa, Alicia Morales.

A diferencia de Tur, José Ramón Bonet ha perdido en sus invernaderos alrededor de 7.000 plantas de tomates que sembró hace tan sólo un mes: «No me había pasado nunca en 20 años salvo el año pasado y éste», recordó el agricultor, que tendrá que retrasar un mes la cosecha prevista para los primeros días de mayo.

Según Bonet, la producción que ha perdido asciende a las 30 toneladas de tomates sembrados en sus dos invernaderos de más de 4.000 metros cuadrados cada uno. Pedir nuevo planter es lo que le queda por hacer a este agricultor que volverá a cultivar sus tomates, a diferencia de su par profesional, Tur, que piensa labrar y comenzar a preparar sus cultivos de verano: «Prácticamente he ido al mercado cada día con el camión vacío, con cuatro cositas», subrayó.

Tanto Tur como Bonet son conscientes de que las heladas no han perjudicado a toda la isla por igual y aseguran que llevan cinco días observando la helada sobre sus cultivos: «Aquí toco en sitios muy localizados, y a mí me tocó de pleno. En vez del gordo de Navidad me tocó el gordo de la piedra», bromeó Tur. Pero este agricultor, que junto a su mujer trabaja su campo y vive de él, piensa que este riesgo con la naturaleza tiene una posible salida: «En la cooperativa hemos cogido un plan de seguros porque normalmente no hace tan mal tiempo, pero llevamos dos años seguidos. Habrá que acostumbrarse a un seguro porque por lo menos vale la pena y te vas a dormir tranquilo».

Luciana Aversa