El 17 de este mes moría en Madrid el gran actor Agustín
González. Por haberle conocido de famoso y haber estado en Eivissa
y cumpliendo por tanto los tres requisitos indispensables para
aparecer en mis crónicas, me ha parecido oportuno y de justicia
traerle hoy a esta página.
Cuando organicé con mucha ilusión, mucho trabajo y sin cobrar
nada «los encuentros cinematográficos» como preludio y preparación
de un futuro posible Festival de cine en Ibiza (mi única asignatura
pendiente) y que en aquel momento las autoridades de turno con una
falta de visión de futuro y una ignorancia obtusa no les intereso
ni se lo tomaron en serio y así nos van las cosas, pues como
indicaba con motivo de estos «encuentros» invité a petición entre
otros a Agustín González. Vino encantado y a todos sin excepción
les pareció formidable para la isla la idea de un festival de cine
tanto desde un punto de vista de promoción como para captar turismo
de calidad.
Debo aclarar que Agustín González no me cayo especialmente bien
desde un principio. Ahora con motivo de su defunción todo han dicho
alabanzas para él como persona, pero desde mi punto de vista su
personalidad me desagradó. Dicen que las simpatías y antipatías son
siempre mutuas y pienso que es así. Hablamos, comimos juntos,
hicimos una excursión a Formentera y debo reconocer que participó
de una manera puntual y ejemplar en todas las actividades
programadas, pero por otra parte nunca existió en toda una semana,
que da para mucho, una buena química entre nosotros ni auténtica
comunicación. Reconozco que era un gran actor de teatro y de cine,
una persona culta, un gran profesional y todos los compañeros suyos
le tenía muy en cuenta y le hacían un gran caso, pero para mí
personalmente tenía «algo» que no me gustaba, quizás era en parte
por culpa de sus interpretaciones donde case siempre hacia de
«malo» de una manera tan perfecta y encarnando como nadie a sus
personajes que en la vida real continúan viéndole sin querer con
los mismos gestos y las mismas expresiones que le hacían tan
desagradable en sus personajes, el caso es que no entable lo que se
llama una buena amistad como con otros invitados, no llegamos a
conectar bien, lo nuestro no paso de puro formulismo de buenas
manera. Después de pasar una semana en Eivissa invitado y pasándolo
muy bien con amigos y compañeros suyos se marcho sin despedirse ni
dar las gracias, debo indicar que fue el único.
Nunca más volvimos a encontrarnos, estuve en Madrid en múltiples
ocasiones y me encontré con actores, actrices y directores de cine
que habían estado en Ibiza, pero nunca con él, tampoco provoqué
ningún encuentro.
Ahora que me entero de su desaparición he querido recordarle con
admiración en sus magníficas interpretaciones de sus personajes en
películas tan inolvidables como «Plácido», «La Escopeta Nacional»,
«Las bicicletas son para el verano» o «Los santos Inocentes». Calvo
y con sus enormes gafas de miope no daba la talla del prototipo de
galán, pero interpretó como nadie los personajes de gruñón, mala
persona, ácido y siempre crispado. Según el director Berlanga,
Agustín González era «uno de los mejores» y contaba de él que era
un gran aficionado a los temas eróticos y que «Agustín traducía
libros eróticos para poder leerlos a gusto», hasta en esto era
especial.
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