«Es el único pecio que hay en las Pitiüses en el que, en lugar
de un barco hundido, se puede bucear alrededor de un avión». El
submarinista Pedro Aguilar ha descendido hasta la avioneta que el
pasado día 5 se hundió en las aguas de Cala Tarida después de que
el piloto, Javier Yern, realizara un exitoso amerizaje de
emergencia. Ahora, a 18 metros de profundidad y a unos 300 de la
costa, los peces y los hombres rana se entretienen nadando
alrededor del aparato, que allí posado sobre la fina y blanca arena
submarina debe sentirse un poco fuera de contexto. «Junto a la
avioneta, en la arena, hay una mancha marrón y en el agua se siente
el olor a queroseno».
La avioneta se hundió justo después de llenar de combustible sus
dos depósitos, lo que apunta dos circunstancias. La primera: el
motor de la aeronave no se detuvo por falta de queroxeno; y la
segunda: decenas de litros de combustible se han mezclado con las
aguas de Cala Tarida. La avioneta sumergida se ha convertido en una
atracción para los submarinistas, ávidos de descubrir nuevos
horizontes bajo el mar. Pero faltan aún unos dos o tres años hasta
que la fauna marina admita a la avioneta como parte de su entorno.
Para eso es necesario dejarla allí, es decir, que ni su propietario
ni nadie se decida a pagar el precio del rescate. Si permanece
sumergida, en unos tres años la flora marina invadirá el fuselaje y
los meros dormirán en la cabina. Las estrellas de mar descansarán
sobre el cuero de los asientos y las pequeñas doradas jugarán a
perseguirse entre los hierros oxidados.
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