E n mi primer viaje a Rusia durante la época del comunismo y en España del franquismo, con un pasaporte que permitía la visita a todos los países del mundo excepto los comunistas, tuve que ir a Amsterdan para conseguir a través del consulado ruso un visado de quince días, a fin de que mi pasaporte no tuviera el cruño de la hoz y el martillo.

Cual no sería mi sorpresa cuando en todos los hoteles y lugares en los que podíamos hacernos entender al decir que éramos españoles la gente contestaba con un «¡Ah, España! Sara Montiel, Massiel o El Cordobés». Esto me sorprendió porque eran los tres personajes españoles que en la época más se conocían en Rusia.

Quiero decir con esto que en aquella época El Cordobés era todo un mito a nivel internacional de gran relevancia. El Cordobés, cuyo verdadero nombre es Manuel Benítez, lo conocí en Madrid en su época más esplendorosa, en casa de Miguel García de Sáez, donde era un invitado asiduo.

Enseguida me fascinó su personalidad. Era algo horterilla, sin cultura, un personaje muy elemental en todos los aspectos, bastante gamberro en el buen sentido de la palabra, pero divertido al máximo y siempre conseguía ser el centro de todos los contertulios. Se imponía con una facilidad enorme sobre el resto de los invitados haciendo verdaderos shows. Le encantaba cantar y bailar flamenco y tocaba bastante bien la guitarra. Tenía una sonrisa cautivadora y una simpatía arrolladora. Otra de las características de Manuel Benítez era lo atractivo que resultaba entre las mujeres, y en aquella época se le consideraba como un sex symbol español y a nivel internacional.

Siempre estaba de buen humor y fue todo un símbolo en los 70. Su popularidad fue tan grande que incluso en varios fines de año fue invitado personalmente por eCaudillo para que pasase esa velada con él y toda su familia. Por lo visto a Franco le divertían enormemente sus ocurrencias y, parece ser que era la única persona capaz de contar los chistes que circulaban por la calle contra el dictador y conseguir que éste se riese de ellos.

El Cordobés vino a torear a Ibiza y yo fui a verlo. Y aunque los puristas y los buenos críticos taurinos nunca lo aceptaron como un buen toreador, sus actuaciones en la plaza, a mi modesto entender, eran notables. Yo no entiendo nada de toreo pero consideraba que verle, con su osadía y valor ante al toro, era un espectáculo único.

Sus corridas eran verdaderos espectáculos.
Estuvo en Ibiza en el año 1971 y coincidí con él en una cena en eClub San Rafae en la que se mostró muy simpático con todo el mundo. Se sentó un buen rato en nuestra mesa y me reconoció enseguida y recordamos juntos los momentos en los que coincidimos en Madrid, estando verdaderamente simpático y cariñoso.

Los toreros normalmente llevaban consigo unos carteles para la promoción de sus corridas, pero tenían unos cuantos con una de las partes inferiores en blanco que utilizaban para hacer sus dedicatorias. Y El Cordobés me regaló uno en el que yo aparecía junto a él y otro torero de una corrida que todavía tengo por casa.

Dos famosos escritores, Dominique Lapierre y Larry Collins, autores de libros tan famosos como «¿Arde París?» u «Oh, Jerusalen», escribieron un libro sobre el Cordobés y sobre su biografía que se hizo famoso y muy leído en la época titulado «... o llevarás luto por mí». Este título viene de la siguiente anécdota.En una de las primeras corridas El Cordobés tenía una hermana que siempre estaba llorando y muy preocupada cada vez que iba a torear y entonces el día de su primera corrida importante el torero le dijo: «No llores Angelita. Esta tarde o te compraré una casa, o llevarás luto por mí... Naturalmente tuvo la suerte de poder comprar una casa a su hermana Angelita.