En los actos preliminares de la conmemoración del cuarto de
siglo de la actual Constitución, se produjo un pequeño lapsus
linguae que, sin revestir mayor trascendencia, no pasó
desapercibido para ninguno de los presentes. Así sucedió cuando al
alcalde Juanma Costa efectuó una breve sinopsis de los logros
efectuados por los alcaldes de la democracia en Formentera y
solicitaba que un familiar subiera al estrado para recibir la placa
conmemorativa.
El primero en nombrar fue Antoni Calafat, que desempeñó su labor
entre abril del 79 y enero del 82. Tras recordar que falleció
tiempo atrás, Costa solicitó que «la difunta viuda suba al estrado
para recoger el trofeo». El silencio y las caras de asombro de
algunos de los asistentes inundó la sala, pero Lali, su viuda,
asumió con dignidad el lapsus y subió al escenario para recoger la
plac . No dejó de ser curioso que de los cinco aún vivos, sólo tres
estuvieran presentes en el acto y se ausentaron Víctor Tur, el
alcalde más joven de la isla pues fue nombrado con 27 años, y
Bartolo Ferrer, que se encontraban fuera de Formentera. Sí
estuvieron presentes Vicent Serra, Vicent Escandell e Isidor
Torres.
A más de uno le sorprendió que en un acto de esta importancia el
convite popular proviniera de Eivissa en lugar de ser servido por
alguna empresa de restauración de Formentera. Lo que no fue tal
sorpresa es que al acto hubiera casi tantas autoridades y
personalidades como público. Lo cierto es que Formentera está
desierta en estas fechas pero además un acontecimiento tan inusual
no tiene raigambre. Afortunadamente, los políticos programaron con
anterioridad al acto constitucional una entrega de premios a un
concurso de redacción relativo a la Constitución con lo que se
aseguraron una presencia de posibles ganadores y sus respectivas
familias; el acto de homenaje a los alcaldes de la democracia
también ayudó a que no fueran más los que estaban por deber que
quienes asistían por voluntad propia. Claro que la promesa de un
aperitivo suculento también resulta atractivo.
El género masculino predominó en el evento, dentro del apartado
de autoridades. Y ahí si había una persona que destacó, ante todo,
Pilar Costa. En la negritud y uniformidad del azul marino al gris
marengo, el rojo pasión que llevaba Costa era un faro entre la
excesiva discreción de los atavíos femeninos. Porque féminas había
pero, a excepción de la directora insular que no jugaba en ese
bando pues estaba en el estrado de un blanco luminoso, las
restantes parecían confundirse en la atonidad colórica de sus
convecinos de silla.
Eso sí, el sol causó estragos, ya lo decía Ramis en su
parlamento: «Formentera en diciembre era una maravilla con la
tranquilidad, el sol y todo lo demás, y así algún que otro
político, de Santa Eulària, por ejemplo, o el ex alcalde de Sant
Antoni y ahora diputado, Antoni Marí, no pudieron vencer el deseo
de inclinar la cabeza para acogerse en los brazos de un Morfeo que
pululaba por la platea.
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