En recuerdo de Alejandro

La desaparición de mi gran amigo Alejandro Villangómez me trae a la memoria muchísimos recuerdos del pasado, pues medio siglo de amistad da mucho de sí. Uno de esos recuerdos tiene que ver con eGrupo escénico Ebusus, pionero en la segunda mitad del siglo pasado del teatro en Ibiza. Eran otros tiempos y Ebusus cumplía con las funciones propias por las cuales había sido constituida esta sociedad. El grupo cumplió en aquella época una importante labor de tipo lúdico y cultural, ya que se realizaron una serie de representaciones en una isla con una carencia total de obras teatrales, siendo muy aplaudidas las obras que se llevaban a escena.

El grupo escénico en sí tuvo varios directores, Félix Costa, Vicente Valero, Vives -hijo del maestro Vives- y creo que el último fue Jaime Borrel, otro gran amigo mío. Pero en realidad el alma que empujaba el grupo era Alejandro Villangómez. Él era quien escogía las obras, quien las creaba y normalmente elegía a un protagonista masculino que destacara y que llevara toda la obra, pensando en su propia interpretación. Esto no lo digo como crítica, me parece muy loable, ya que él era verdaderamente quien sentía de una forma muy especial el teatro; lo llevaba dentro y siempre fue una persona con una gran afición y dedicación a la interpretación, incluso el último año como rapsoda de su hermano el poeta.

El resto éramos meros acompañantes, aunque algunos sí destacaban, como Pepita Escandel, la autora de muchas obras de teatro costumbristas ibicencas. Pero la mayoría, como por ejemplo yo, nos dedicábamos a hacer papelitos simplemente para disfrutar de aquel ambiente que se salía de lo corriente en la Ibiza de entonces.

Hubo algunos que después destacaron en la política, como Juan Verdera, que fue alcalde de Ibiza, Cosme Vida o Andrés Tuells. Y es que yo pienso que para ser un buen político hay que ser un buen actor. También tenemos en nuestros días a Pilar Costa. Recuerdo que se montaron entre otras piezas «Angelina o el honor de un brigadier», «Don Juan Tenorio», «Las palabras en la arena», «La muralla», «La vida en un block», «La Herida luminosa», «48 horas de felicidad» y «Juicio contra un sinvergüenza». Mis papeles, aparte de pequeños, muchas veces se limitaban a trabajos entre bastidores, pero lo importante era participar en ese ambiente.

Esa Ibiza añorada por todos e idealizada por escritores y poetas, contrasta con la actual y difícilmente se puede entender si no se tiene la edad suficiente como para haberla vivido. Quiero decir que el ambiente era estupendo, aunque con carencias, principalmente de tipo cultural.