Un año más la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, patrona del
núcleo urbano situado en la Mola, congregó ayer a gran parte del
pueblo de Formentera en el punto más alto de la isla. Desde
primeras horas de la mañana la carretera era un flujo continuo de
vehículos que enfilaban la revirada cuesta desde es Caló hasta la
Mola. Allí la gente se iba congregando en los alrededores de la
iglesia esperando que llegara la hora de la misa, una misa que
muchos fieles siguieron desde el porche porque no todos tenían
acomodo en el interior del templo.
Mientras se celebraba el solemne acto religioso, el cielo
ennegreció súbitamente y algunos truenos cercanos y rotundos hacían
presagiar lo peor; al finalizar la misa salió la procesión
tradicional que cuando apenas llevaba recorrido un centenar de
metros se vio sorprendida por la lluvia, débil eso sí, que obligó a
recortar el trayecto previsto para evitar contratiempos. Como
comentaba un pagès de la zona «hay que ver lo bien que funcionan
los santos aquí, los sacan en procesión como si fuera una rogativa
y llueve, los meten en la iglesia y deja de llover». En esta
procesión en la que habitualmente el alcalde de la isla lleva un
gran estandarte, se estrenó Juanma Costa, que después comentaba con
el ex alcalde Isidor Torres las dificultades de llevar el mástil
con el viento que hacía. «Hay que enrollar un poco la bandera
cuando sopla el viento porque de lo contrario cuesta portarla», le
explicó su antecesor en el cargo. Otra de las tradiciones es que la
efigie de la Virgen del Pilar la paseen miembros de la Benemérita,
no en vano es la patrona del Cuerpo Armado.
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