Más de 400 alumnos de Eivissa viajaron ayer a través del tiempo gracias a un vehículo muy especial, la música. La Fundació 'la Caixa' y los respectivos Consistorios de los municipios donde se celebraron estos espectáculos (Eivissa, Sant Josep y Sant Antoni), organizan una iniciativa cuyo objetivo más deseado es transmitir la pasión por la música y sino, al menos, conseguir que los chavales aprendan algo más sobre los instrumentos de percusión o los estilos musicales de los diferentes períodos históricos.

Joan Campoamor y José Alber llegaron desde Mallorca para convertirse en improvisados profesores con algo de experiencia a sus espaldas, ya que estos músicos trabajan en el Conservatorio de Mahón y en la Escuela de Música de Mallorca respectivamente. En Sant Jordi el concierto congregó a los alumnos de 5º y 6º de primaria de los centros Virgen de las Nieves, Can Guerxo y Sant Jordi, en la iglesia parroquial de la localidad. Un escenario en el que el inevitable alboroto que crea cualquier grupo numeroso de chavales parecía resonar más fuerte de lo normal. Tras un pequeño retraso de los músicos motivado por una confusión sobre el lugar de la cita, un silencio tan exagerado como los gritos precedentes se hizo en la sala parroquial y la música acaparó el protagonismo.

Minutos antes de entrar, la cola que formaban los jóvenes alumnos, de entre 10 y 11 años de edad la mayoría, era el lugar ideal para hacer un balance de los conocimientos, preferencias o ignorancias de este público infantil.Dos compañeras de clase, Natalia y Nuria comentaban la siguiente frase: «¿Te imaginas que se suben al escenario y empiezan a cantar el 'Aserejé'?, preguntaba una de ellas acompañando su frase de la consabida coreografía. Mientras, la periodista requería a Jordi Boned («tienes que poner el apellido porque en clase hay dos», indicaba su rigurosa compañera) y a Abel cuáles eran sus conocimientos sobre los instrumentos de percusión. «Un profesor nos lo ha explicado, son los tambores», respondía dudoso uno de ellos.

«Música como de barrio», añadía una de las chicas. Lo que es seguro es que una hora después no sólo sabrían responder a esa pregunta con un aprobado, sino que también habrían descubierto cómo suena la música de Johann Sebastian Bach o una danza africana de la Costa de Marfil.Un estallido de sonido creado con una caja de percusión apagó el estruendo infantil y los niños respondían con una salva de aplausos y silbidos las intervenciones de los dos músicos, mientras que éstos explicaban pacientemente cada una de las piezas. El concierto repasó también el siglo XXI y la música experimental, para lo que los músicos se sirvieron de cazos de cocina.