El Recinto Ferial de Eivissa se transformó ayer en un espacio de interculturalidad y solidaridad para los alumnos de cinco colegios de la isla. Talleres, música, juegos y cuentos ocuparon la mañana de estos chavales que clausuraron el proyecto 'Vivim Plegats', que promueve por segundo año la Direcció General d'Ordenació i Innovació de la Conselleria d'Educació i Cultura. Todo ello de la mano del Fons Pitiús de Cooperació, que este año se ha encargado de coordinar el programa. «Cada colegio ha organizado actividades por su cuenta, pero si necesitaban algo nosotros nos encargábamos. Así, por ejemplo, trajimos a una chica de Amnistía Internacional de Madrid o de otras ONG's», explicaba María Escandell, responsable de la coordinación.

En la zona central del recinto el colegio Blancadona había montado una serie de talleres plásticos: estampación con trozos de verduras que hacían las veces de tampones, o la construcción de maquetas hechas con envases y que pretendían simbolizar las ciudades del futuro, de un blanco anodino y en las que la gente no se ayudan los unos a los otros. Así lo explicaba la tutora de 6º curso del centro, Lily Vecilla, quien también apuntaba que «nos hemos marcado como objetivo la Carta de la Tierra de la Unesco, una publicación que se centra en la solidaridad y en la conservación del medio ambiente. Esa ha sido la aportación del Blancadona». Un éxito, porque como afirmaban Melanie, Lorena y Ana Belén, tres alumnas de 5º de Portal Nou, «lo que más nos ha gustado es el taller en el que había que pintarse los labios y dejarlos marcados en un papel». Tras la aclaración, las amigas, con sus bocas aún rojas, se dirigieron a otra actividad.

En lados opuestos, dos tipos de juegos: los tradicionales del las Pitiüses y los del resto del mundo. Los alumnos de L'Urgell, Can Cantó, Es Vedrá, Portal Nou y Blancadona paseaban por cada uno de ellos. Unos saltos a la comba para pasar luego a aprender a jugar al tangram, a la rodella o al nikado, entretenimientos típicos de China o Gran Bretaña. María, una de las profesoras, confesaba que en un principio pensó que unos juegos tan diferentes y tan tranquilos no tendrían nada que hacer frente a los bailes o los talleres. «Pero la verdad es que vienen muchos grupos y se ve que se lo pasan muy bien», aseguró satisfecha. Uno de los que más público atraía era el nikado, un juego chino bastante popular en Occidente y que consiste en lanzar unos palos para luego ir retirándolos uno a uno sin desmontarlos. Todos los juegos habían sido ampliados a un gran tamaño para regocijo de los niños, que prácticamente cabían en el tablero del go-bang.