Su procedencia es diversa y sus trabajos también, la mayoría
trabaja para las distintas administraciones y todos tienen algo en
común: el problema de la vivienda. Encontrar un techo digno y en
condiciones económicas asequibles dados los sueldos, cortos, que
cobran. Alfonso Acero y Gema Panizo trabajan en el juzgado de paz
de Formentera, Jaume Aspa es psicólogo y educador del programa
Dalias, y Eugenia García es la nueva técnico de rayos X que se
acaba de incorporar al Centro de Salud de Formentera. Judith Mira
es técnico medioambiental del Consistorio, Juan Fritschi trabaja en
la Reserva Natural de Ses Salines, Andrea en servicios sociales
municipales, Pilar es empleada de banca, Jordi es un diseñador que
trabaja como artesano.
«Si no llegas en buena época ya no pillas casa», dice Alfonso
Acero: «Lo más complicado es que te la quieran alquilar para todo
el año, ya que por lo general es por diez meses. En julio y agosto
te echan para alquilarla a los turistas». En este sentido, Acero
señala que quienes menos problemas tienen son los profesores: «Se
van en junio y no regresan hasta setiembre; son un chollo para los
propietarios».
Jordi Aspa, que lleva meses en la isla, asegura que lo ha pasado
muy mal para encontrar una vivienda digna: «Sólo ahora que
compartimos un piso entre tres vamos más desahogados». Para Jordi,
como para el resto, es «demencial» que pidan alquileres de 80.000
pesetas para arriba, aunque reconocen que «cada uno se gana la vida
como puede, pero la realidad de Formentera no es la de hace
años».
Acero insiste en que cobra sueldos como en la península aunque
la vida en Formentera «es mucho más cara». En una ocasión visitó
una inmobiliaria de Sant Ferian que ofrecía viviendas para
funcionarios o personal del centro médico pero con unos precios
excesivos, 90.000 pesetas por un apartamento de una sola habitación
y 120 mil pesetas por los de dos habitaciones: «Con piscina, pero
yo que cobro 120.000 pesetas ¿cómo me apaño con las 30.000
restantes para vivir un mes?».
Jordi Peñaranda afirma haberse pateado la isla, camino a camino,
casa por casa en busca de un alquiler decente, pero sólo ha
encontrado precios abusivos por cuatro paredes sin cédula de
habitabilidad y claramente destinadas a la oferta turística
paralela. Jordi es partidario, como la mayoría, de una intervención
directa de la administración para dar vivienda digna a los
funcionarios que trabajan en la isla. Más de uno ha confesado que
visto lo visto por primera vez se le ha pasado por la cabeza
convertirse en okupa.
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