La luz volvió a brillar en las calles de los principales núcleos urbanos de las Pitiüses y en la retina de los miles de ciudadanos de todas las edades que participaron en la recepción de sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar. Exquisitamente ataviados con sus coronas, capas, guantes y joyas y con sus respectivos cofres con el oro, incienso y la mirra, los personajes más queridos de la Navidad se subieron a distintas carrozas para repartir cientos de kilos de caramelos y la ilusión de estas fiestas que hoy bajan el telón hasta el mes de diciembre.
Los más pequeños volvieron a ser los protagonistas de la jornada tanto por el entusiasmo como por los nervios e impaciencia en los momentos de la espera de los tres monarcas procedentes de Oriente. El barco volvió a ser el medio de transporte elegido por los Reyes que ayer sufrieron más de un vaivén durante la travesía que los condujo hasta los diferentes puertos de las Pitiüses, donde una amplia legión de soñadores vivía uno de los momentos más especiales de las fiestas y de todo el año: la magia de la Navidad y las reacciones de afecto unos personajes míticos que cuentan cada vez con mayor número de seguidores.
El puerto de la Savina fue uno de los escenarios elegidos por sus Majestades en las Pitiüses. Los tres Magos llegaron a tierras de Formentera pasadas las 18'30 horas y se dirigieron en carrozas hacia la plaza de Sant Francesc y Sant Ferran donde rezaron durante la ofrenda en el interior del templo para proceder a la recogida de las cartas de los pequeños. En La Mola saludaron a sus admiradores y entregaron los primeros regalos.
El puerto de Eivissa recibió con los brazos abiertos a los Reyes Magos, quienes hicieron acto de presencia pasadas las seis y media de la tarde. Allí esperaban miles de niños acompañados por sus padres para recordarles, antes de que procedieran a la entrega de regalos, cuáles eran sus deseos. La banda municipal de la ciudad tocó notas festivas para anunciar a los presentes que la magia de Sus Majestades iba a desembarcar. Y así fue. Desde el primer momento la felicidad se reflejó en las caras de los niños que tuvieron la suerte de recibir la mueca de cariño por parte de alguno de los reyes antes de que éstos se montaran en las carrozas. Melchor lo hizo en la de color rojo, Gaspar en la amarilla y Baltasar en la verde. Los pajes que les acompañaron por las calles de la ciudad iban ataviados con las mismas tonalidades. Entre todos repartieron dos toneladas de caramelos.
Los niños en el recorrido delante para ver de cerca a sus ídolos del día, a los que dejarían por la noche los regalos en sus casas. El Ayuntamiento les había repartido antes unas manos de tamaño natural en las que se podía leer el mensaje de «Me he portado bien», para que a Sus Majestades no les cupiera la duda de que les tenían que dejar un buen detalle y no carbón. Precisamente fueron los carboneros los que cerraron la comitiva real, una de las novedades respecto a otros años, ya que los figurantes iban sobre otra carroza en llamas en vez de hacerlo, como en otras ocasiones, en vehículos. «¡Fuera, fuera!», les dirigían los pequeños a su paso. Y es que nadie del público quería encontrarse carbón en sus calcetines.
Los balcones de las casas se convirtieron en improvisadas gradas desde las que se contempló el espectáculo. Familias al completo aprovecharon la ubicación privilegiada de sus hogares para disfrutar del paso de las cinco carrozas y del tren de juguete que recorrió con los Reyes la ciudad. Un vehículo que se erigió como la segunda novedad de la velada y desde el que dos pajes arrojaron sin cesar juguetes de goma a los asistentes, que aplaudieron sin parar a su paso. El ritmo de la cabalgata tuvo que detenerse en periodos puntuales para que no se distanciaran más de lo previsto los protagonistas de la misma. El recorrido se completó en aproximadamente dos horas. Vara de Rey fue la última parada, paseo que fue recorrido por ambos lados hasta detenerse a la altura de la carpa municipal.
El alcalde de Eivissa, Xico Tarrés, esperó junto al escenario con la banda municipal de música para proceder a la recepción oficial de Sus Majestades de Oriente. El acto se prorrogó debido a que los Reyes se detuvieron por el pasillo ante cada uno de los niños que reclamó su atención. Al llegar dejaron que fuera el primer edil el que hablara primero para después tomar ellos la palabra y aconsejar a los niños allí presentes que siguieran portándose bien y respetando a los vecinos que viven en el municipio. Cuando se levantaron de sus tronos la multitud desapareció del lugar con la ilusión hacia sus casas.
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