El certamen Eivissa Medieval se celebró la pasada primavera y tomó como referencia paisajística el entorno de Dalt Vila. Las calles se llenaron en el mes de mayo de mercaderes, caballeros, doncellas y bufones para recrear el ambiente de la Edad Media. Ayer los monumentos del casco antiguo recobraron vida para refrescar la memoria histórica de los pequeños de entre 6 y 12 años que participaron en la pionera iniciativa del Ayuntamiento para estas Navidades: «A la cerca del tresor». En cinco grupos, los escolares siguieron las pistas que les llevarían hasta el tesoro escondido en el Ayuntamiento.

El punto de concentración se dio en la carpa municipal del paseo Vara de Rey. Allí los monitores que acompañarían a los niños en su aventura procedieron a la inscripición de los mismos. La prueba estaba dirigida también a jóvenes mayores de 12 años pero ninguno se presentó y la organización decidió trasladar la gincana a una fecha aún por determinar. La expedición salió de Vara de Rey cerca de las once y media de la mañana con dirección al Portal de ses Taules, enclave que se convertiría en el punto de partida de la búsqueda del tesoro. Cinco recorridos, cinco grupos y seis pistas a resolver cada uno para llegar a un mismo punto. «Las pistas las llevamos en un sobre porque no las podíamos esconder en los rincones que indican, porque seguro que alguien las cogía y estropeaba anes del juego», indicaba un monitor de camino al Portal de ses Taules.

«La intención va más allá del puro juego, no es una carrera a lo loco por encontrar el tesoro. Se trata de que los niños descubran los puntos más emblematicos de Dalt Vila de manera divertida. El monitor aprovecha cada momento en que los niños encuentran la pista para contextualizar históricamente el lugar en cuestión». Gabriela Urquiza era la organizadora de la gincana y se mantuvo en todo momento en contacto con los monitores a través de un comunicador interno. La resolución de las pistas condujeron a los chavales a la estatua de Isidor Macabich, a la Muralla, al baluarte de Santa Llùcia, al monumento yacente de Guillem de Montrgí, al Museo de Arte Contemporáneo y al antiguo convento dominico del siglo XVI -el Ayuntamiento de Eivissa-. Como referencias, transitaron por los pasajaes del Suspiro y de los Desamparados, calle General Balanzat o la travesía de Pere Tur.

La prueba se puso en marcha con una pregunta desafiante de una de las monitoras: «¿Estáis seguros de que sabréis afrontar la aventura de la búsqueda del tesoro?». La respuesta fue un rotundo sí de los cerca de 50 participantes, quienes llevaban las mejillas pintadas del color del grupo en el que se encuadraban. Precisamente la tonalidad pasó a ser el grito de guerra antes de que dieran el primer paso. Cada grupo gritaba el nombre del color al que representaba para intentar imponer el respeto entre el resto. Sus cuidadores les ayudaban a incentivar el ánimo sumándose a la iniciativa. El reto acababa de comenzar y tenían una hora y media para resolverlo.

Pero el tiempo fue lo que sobró finalmente a los escolares, quienes cumplieron las seis pruebas previstas en una marca récord de 30 minutos. Su inteligencia les permitió dar solución a las pruebas más rápido de lo que en un principio se podía esperar. Por tal motivo, la organización improvisó una nueva, para que dieran tiempo a los encargados de preparar el botín de tenerlo todo listo para la una de la tarde. El primer grupo en completar las pistas fue el azul. Cuando sus componentes se enteraron en la puerta del Consistorio que ellos habían sido los ganadores se volvieron locos de alegría y, sin pensárselo dos veces, hicieron el ademán de 'invadir' el edificio histórico para rescatar el botín que les correspondía.

Gabriela Urquiza les frenó, ya que si querían coger el tesoro antes debían subir hasta la Catedral y tocar la puerta. Esa orden la recibieron el resto de participantes que llegaron hasta el Ayuntamiento. Tenían todos tantas ganas de terminar que subieron hasta la plaza del recinto religioso a una velocidad de vértigo sin que los monitores casi les pudieran seguir. Luego llegó el asalto. Cuando recibieron el beneplácito, los cinco grupos entraron por los pasillos del Consistorio como si fuera su casa. Se lo habían ganado. Llegaron hasta el despacho del alcalde, donde les esperaba la concejala de fiestas, Sandra Mayans. Los ganadores preguntaron por su botín y recibieron la siguiente respuesta: «¿No habéis venido a buscarlo?». El ansiado cofre estaba escondido en uno de los armarios. En su interior había chucherías, monedas, vales de una hora para la pista de patinaje sobre hielo y un detalle para cada participante. El resto se llevó un recuerdo de la prueba.