Ó.D. Tantas horas caminando y de exposición al sol requerían un apoyo de sustento sólido y líquido. Pero los romeros convirtieron este pretexto en un motivo más de recreación andaluza. Pasear por el lugar significaba trasladarse por unos momentos a aquella región. En el exterior de las casetas un grupo numeroso de gente asistía a la misa. En su interior, incentivados por el refrigerio en forma de fino, manzanilla, cerveza o el típico rebujito, algunos romeros preparaban platos de ensalada y comenzaban a cocinar los platos que al finalizar la ceremonia todos los fieles a la Virgen degustarían. Los platos más recurridos: los 'pescaítos' y las gambas.

En la caseta de los «Emigrantes Rocieros» tanto mujeres como hombres ayudaban a preparar los ingredientes. Tanto ellos como en otras carpas disponían de todo el material necesario para cumplir su objetivo: cubitos de hielo, neveras, bombonas de butano con sus respectivos hornillos, grifos de cerveza... No podía faltar de nada para conmemorar un día tan especial para este colectivo.

Y es que ayer había representación de todas las provincias andaluzas, romeros que un buen día llegaron a las Pitiüses para instalarse pero que no han podido olvidar sus costumbres. Entre trago y trago, de vez en cuando sonaban las palmadas típicas, a las que seguían los inevitables piropos a la Virgen: «¡Viva el Rocío! ,¡Guapa!» eran los gritos más escuchados. Existía un ambiente eufórico, reforzado por la presencia masiva de gente. Este hecho provocó un caos de vehículos en el camino adjunto a la explanada. Al concluir la misa, muchos fueron a recoger más ingredientes y se provocó un colapso que ni los continuos toques de claxon aplacaron.