Existen en el calendario muchas fechas que por decisión institucional o por motivos históricos se convierten en pretexto para conmemorar actos, firmas de tratados, reconocer la tarea de determinados colectivos... A Europa como tal le tocó ayer, una jornada enfocada a refrescar la memoria de los ciudadanos sobre cómo comenzó el proceso de integración hace ya medio siglo, cuando el concepto de Unión Europea sólo era una aspiración surgida a raíz de unos acuerdos en el norte del continente para agilizar el comercio del carbón y del acero.

España firmó el Tratado de Adhesión en 1985 y entró a formar parte de la alianza en 1986 en compañía de Portugal. Estas fechas son las oficiales, pero si por algo se caracterizan las Pitiüses ha sido por convertirse en el destino de muchos europeos, que encuentran en las islas un lugar para descansar o para instalar sus negocios y sus vidas. El intercambio entre culturas, por lo tanto, existía aquí desde mucho antes de que España entrara a formar parte de la por entonces Comunidad Económica Europea (CEE).

Este diario reunió ayer en Marina Botafoch a cinco extranjeros que un buen día decidieron quedarse a vivir en Eivissa. El encuentro sirvió para que reflexionaran acerca de su estancia, de los problemas que observan a diario o de lo que más les gusta de la isla y de sus habitantes. Italia, Francia, Alemania, Escocia e Inglaterra: cinco países, cinco personas europeas que conviven en un mismo suelo y que ponen en común sus impresiones en Eivissa.

La primera dificultad que se planteaba era la del idioma, aunque los protagonistas pudieron entenderse con el uso de diferentes lenguas. John, inglés, era el único que no hablaba español porque lleva poco tiempo residiendo en Eivissa, cuatro años. Sin embargo, su colega escocés, Gordon, le aclaró los detalles que no entendía. Franca, France y Wieland -italiana, francesa y alemánalternaron el uso del español con el inglés. La integración se consiguió superado el obstáculo idiomático.

«Si no te adaptas fácilmente tienes que intentarlo porque no vamos a hacer que cambie la gente de aquí». Gordon adelantaba así uno de los aspectos más chocantes para las personas que llegan de algún país de la Unión Europea: «He vivido diez años en Boston y cinco en París, y Eivissa no tiene nada que ver con mi vida anterior. Aquí he encontrado serenidad por lo abierta que es la gente, no por el sol». France, que lleva tres años en la isla, destacaba lo importante que ha sido para ella el buen recibimiento que ha tenido por parte de la sociedad pitiusa. Por su parte, Wieland aclaraba que sus compatriotas son los que tienen más problemas para asumir nuevas señas de identidad: «Los alemanes son muy estrictos y les cuesta mucho adaptarse al ritmo de vida de aquí».