La madrugada del pasado 11 de julio, el rayo de una tormenta seca
alcanzaba un pino situado en la parte baja del acantilado de Cala
Aubarca (Sant Mateu). El árbol ardió como una tea y extendió el
fuego por el abrupto paisaje, caracterizado por la fuerte
pendiente. Las llamas sólo devoraron una hectárea y media de
terreno, poca superficie si se compara con las 40 hectáreas que
habían ardido dos meses antes en Buscastell, pero de gran
importancia debido a los endemismos que habían arraigado en tan
reducido espacio. El incendio de Buscastell había tenido un alto
coste paisajístico; el de Aubarca había acabado con especies
vegetales únicas en el mundo.
Un año después, el aspecto de Buscastell apenas ha cambiado: el
gris de la tierra quemada, el cobrizo de las copas de los pinos
chamuscados y el negro de los troncos azotados por las llamas son
los colores de la paleta de ese área devastada. Por el contrario,
en Aubarca el verde, el color de la esperanza, se abre paso, eso
sí, poco a poco. La diferencia de tonalidades se debe,
principalmente, a que las autoridades decidieron que en Buscastell
interviniera la propia naturaleza, mientras que en Aubarca los
biólogos trabajaron duro desde el primer momento para recuperar ese
paraíso de endemismos.
«El proceso de recuperación en Cala Aubarca es lento, muy lento,
debido a que ha llovido poco», explica Jaume Estarellas, técnico de
Biodiversidad del Consell Insular pitiuso: «Pero parece -añade- que
la genista está regenerando muy bien. De la silene no se sabe nada.
De momento, no aparece». Tanto la genista como la silene son
endemismos de los acantilados del norte de Eivissa, vegetación
rupícola, propia de zonas escarpadas: «Se trata de una zona con un
microclima muy especial, donde hay poca insolación y un nivel de
humedad muy grande; la pendiente es muy pronunciada, con una
escorrentía muy importante».
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.