Eivissa condiciona el modo de vida de sus habitantes al medio marítimo, a convivir con el agua a diario. Por ello a muchos se les destapa la curiosidad de cómo convertir algo hostil en un ámbito más accesible y familiar. El Club Náutico de Ibiza y el Ayuntamiento permiten por segundo año consecutivo que los interesados en dar ese paso lo puedan hacer en el velero que la Escuela de Vela de la institución náutica dispone para tal efecto.

Durante la jornada de ayer, seis candidatos emprendieron el rumbo hacia el conocimiento de las técnicas de navegación que escapan del uso del motor o de los remos. Una embarcación de cinco metros de eslora, dos monitores y las ganas de aprender de los asistentes al curso de iniciación a la vela sirvieron para que comenzaran a asumir los conceptos básicos que les ayudarán a suprimir el miedo al mar y a saber reaccionar cuando en próximas ocasiones se aventuren a realizar una excursión por el litoral de la isla a bordo de un velero. Doce horas repartidas en dos fines de semana ayudarán a que los cursillistas vean cumplido su propósito.

Gerard es uno de los dos monitores encargados de impartir las lecciones básicas. Para acceder a esta posibilidad cuenta con un título de la Federación Balear de Vela, un certificado de socorrista y otro de patrón de embarcaciones. Sin embargo, los cursillistas cuando acaben las horas programadas no dispondrán de un reconocimiento oficial, aunque sí de la satisfacción de haber conseguido conocer más de cerca cómo se maneja un velero. Los seis acuden puntuales al aula de la Escuela de Vela ubicada en los amarres del Club Náutico. El primer día comienza con una clase teórica encaminada a acercar conceptos básicos. Así, el monitor, ayudado por una pizarra y un dossier que entrega a cada alumno, explica a los asistentes cómo hacer los nudos de uso más común, los tipos de barcos existentes, las características del viento según el punto cardinal del cual proceda, vocabulario náutico... «En una pizarra no se aprende mucho, se hace navegando, pero es necesario impartir unos conceptos básicos para que después los alumnos los asimilen mejor cuando estén a bordo de la embarcación», matiza Gerard.

El objetivo del curso pasa porque los cursillistas sepan manejarse en un velero para hacerlo salir del puerto, realizar un trayecto hasta una playa del litoral y devolver la embarcación al puerto. Ayer la intención era que tuvieran el primer contacto con el agua pero el viento racheado impidió este propósito. «No están preparados para asimilar unas condiciones tan exigentes como estas, es peligroso y puede voltearse el barco. Añadiremos otras dos horas otro día para recuperar el terreno perdido», apunta el profesor.