La patata ibicenca tiene un futuro comercial prácticamente nulo. Esta es la conclusión a la que han llegado los técnicos de la Conselleria insular de Agricultura tras investigar durante un año el tubérculo pitiuso, que fue «saneado» a finales de 1998 por un laboratorio vasco y reintroducido sin éxito en las Islas.

Los agricultores ibicencos intentaron sacar rendimiento a la planta a lo largo de 1999, pero la experiencia fracasó rotundamente. Vistos los resultados, el conseller insular de Agricultura, Vicent Tur, decidió a comienzos de 2000 que los técnicos de la finca de experimentación agrícola de Can Marines investigaran si merecía la pena seguir apostando por la patata pitiusa con denominación de origen. Un año después, la directora técnica de Can Marines, Julia Torres, es contundente: quien quiera ganar dinero con esta patata lo tiene muy difícil. A juicio de la ingeniero técnico agrícola, es un tubérculo ideal para «amas de casa exigentes y para restaurantes sibaritas», pero no tiene salida para grandes mercados, como restaurantes y hoteles.

Aunque las investigaciones para mejorar su rendimiento continuarán en Can Marines, los técnicos son conscientes de que el futuro de la patata ibicenca es negro. En contra suya juega su tamaño: un 16'2 por ciento de la producción tiene un calibre de menos de cuatro centímetros, un porcentaje muy elevado respecto a otras patatas, como la desire, de la que sólo se recolecta un 3'7 por ciento con ese diámetro. También produce menos: 26.000 kilos por hectárea, lo que representa 13.000 kilos menos que la desire.