J. M. R. No por mucho madrugar llegan los parientes más temprano. Eso es lo que debieron pensar ayer dos mujeres que desde las siete de la mañana esperaban impacientes la llegada de sus familiares, americanos de origen pitiuso que formaban parte de la Operación Retorno (la versión 2000 de la antaño conocida como Operación Añoranza). En principio debían llegar a Eivissa el lunes, pero adelantaron el vuelo dos días; el cambio no fue muy acertado.

Unos no llegaban, y otros no podían salir. Los jugadores del Club Esportiu Eivissa tiraron la toalla alrededor de la una de la tarde. Visto que el avión no aterrizaba y que difícilmente llegarían a tiempo para disputar un partido a las 16:30 horas contra el Poblense, acordaron con los responsables de la Federación balear de fútbol suspender el encuentro.

Pese a que las salidas de los seis primeros vuelos previstos entre las 08:45 horas y las 14:15 horas se retrasaron continuamente a lo largo de la mañana, no se vivieron momentos de gran nerviosismo, como si los pasajeros ya estuvieran acostumbrados a encajar habitualmente estos golpes. Sólo al caer la noche cundió el nerviosismo entre algunas personas que, incluso con la tarjeta de embarque en la mano, temían no poder salir de la isla. Llevaban desde las cuatro de la tarde en el aeropuerto y habían visto cómo sus vuelos se cancelaban uno tras otro. La sangre no llegó al río.

La oficina de información de AENA permaneció prácticamente despejada toda la mañana. Reinaba la calma en medio de la tempestad. Ante la ventanilla de Air Europa una mujer se consolaba al conocer que el vuelo previsto para las 12:35 horas ya no saldría a las 18:00, sino dos horas antes. Quizás así aún podría llegar a Zaragoza antes de que sonasen las doce campanadas.