Wadih Alfoual es marroquí, «no moro», matiza, tiene 24 años, una novia española, trabaja y reside en Sant Antoni y, además, preside la Asociación de Magrebíes de las Pitiüses, que representa a un colectivo de cerca de 1.000 personas, la comunidad de inmigrantes no comunitarios más numerosa de las Pitiüses. La sociedad ibicenca, dice, «no es racista». Es la Administración la que les recuerda cada día que son diferentes.

Wadih es residente, paga el impuesto de circulación, el IRPF y las tasas por otros servicios municipales pero,paradójicamente, no puede beneficiarse de los descuentos de residente en los viajes «porque están limitados a españoles y ciudadanos comunitarios». Eivissa «es un isla encantadora», asegura, pero «pierde todo el encanto cuando se llega al mostrador de una administración pública».

Para recoger el impreso de solicitud de permiso de trabajo o residencia, un inmigrante tiene que levantarse a las cinco de la mañana para hacer cola en Comisaría. Después, repetir la misma operación para entregar el papel y volver otra vez para saber si ha sido resuelto. Siempre falta algún documento, por lo que hay que repetir otra vez cola para entregar el papel y volver para saber si, por fin, tienen el permiso.

«Los inmigrantes en Eivissa podrían sentirse integrados casi al 100% de no ser por el trato que reciben en la Administración», asevera. «Ves que se trata de diferente forma a una u otra persona en función de la cola en la que esté, y te sientes vejado», denuncia.

Además, el proceso de regularización en Eivissa ha sido diferente. «Se han exigido más documentos que en otros lugares», según el presidente del colectivo magrebí, que añade que se han denegado expedientes, tanto de regularización como de reagrupación familiar «sin justificación».

«Invasión» de pateras para justificar la reforma de la Ley de Extranjería
Wadih califica de «campaña de publicidad para justificar la reforma de la Ley de Extranjería» el bombardeo de imágenes de pateras llegando a España. «Siempre ha habido pateras -recuerda- por lo que no existe el denominado efecto llamada», una expresión «alarmista», que se ha extendido a través de los medios de comunicación.