Bajo la dirección de Rafael Lozano, el antiguo convento de los dominicos se ha transformado en una inmensa sala de dos estancias cuyo posible futuro es convertirse en archivo histórico. Foto: GERMÁN G. LAMA.

Ha sido el fruto de ocho horas de trabajo diario a lo largo de dos años. La Escuela Taller de Eivissa concluyó ayer su último proyecto, iniciado en 1998, con unos invitados de excepción, los representantes de las instituciones que han hecho posible que hoy, el entorno de Dalt Vila, destaque con una nueva contribución a la historia. Iniciativas de albañilería, jardinería y cantería, cofinanciadas por el Inem, el Fondo Social Europeo y el Ayuntamiento de Eivissa han convertido los bajos de la sala consistorial, los jardines de la ronda de Giovanni Battista Calvi y el pavimento de la zona de Cavaller de Sant Lluc en auténticas obras de arte. Y todas ellas, realizadas por maestros atípicos: jóvenes desempleados con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años que han buscado una vía paralela a la educación tradicional. Recuperación de oficios tradicionales, mejoría del circuito urbano, inserción laboral...son muchos los objetivos que tratan de cumplirse en esta propuesta que comenzó en 1992 y por la que ya han pasado cerca de 250 personas.

El alcalde de Eivissa, Xico Tarrés; el regidor de Benestar Social, Santiago Pizarro; el concejal de Participació Ciutadana, Roque López; la directora de la Escuela, Àngeles Martín y miembros del Instituto de Empleo dieron fe de los logros ejecutados por los que el máximo responsable del Consistorio definió en tono irónico como «los que hacen ruido por aquí todos los días». Ciertamente, las molestias merecieron la pena.