Juanjo llevó una doble vida durante mucho tiempo. Durante la noche
era habitual su presencia en las fiestas, el alcohol, las rayas de
'farlopa' (cocaína) y las pastillas y «al día siguiente los
resacones» durante el trabajo. Recuerda que su tren de vida era tal
que no sólo se dilapidaba a mediados de mes su sueldo, sino también
el crédito del banco o los préstamos. Desde hace tres años no
consume drogas, pero advierte que se trata de una cuestión de
voluntad personal: «Todo depende que esa persona quiera salir de
esa 'mierda'. Si es por la sociedad, tu familia, a lo mejor no te
desenganchas nunca», señala.
Cada semana acude a las reuniones de Narcóticos Anónimos, donde
se encuentra con personas con sus mismos problemas. Cada uno de
ellos tiene un «padrino», que controla sus movimientos. La ayuda
mutua entre los adictos para recuperarse es fundamental. Sin
embargo, no es tan fácil llegar a ese paso. «Hay que darse cuenta
de que es un adicto. Pensaba que mi vida era normal, que la
controlaba con resacones todos los días, pero normal», recuerda.
Rememora el pasado y confiesa que «resulta jodido que se necesiten
esas sustancias para salir a la calle».
La vida nocturna de Eivissa, que vivió tan intensamente Juanjo,
ha quedado aparcada. «Ya no me apetece, no es atractivo ni
necesario para vivir». Sin embargo, afirma de manera rotunda que
los vínculos con el pasado no desaparecen: «Voy a ser adicto toda
mi vida. Si pruebo un canuto o una raya tendré una recaída. Estas
sustancias te incitan a volver». Advierte que hay una prueba para
comprobar su adicción: «Si no puedes estar sin consumir un tiempo,
eres un adicto, te lo pide el cuerpo».
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