La afición de José Hernández por el aeromodelismo se ha convertido, una vez más, en un sentimiento común. 25 alumnos de toda la isla participan -en ocasiones junto a padres y amigos que se suman espontáneamente a las demostraciones- en el curso organizado para niños que este ex piloto puso en marcha hace tres semanas.
Tras la necesaria aproximación a conocimientos y nociones básicas de la materia, los pequeños, algunos de ellos invidentes totales o parciales, han podido comprobar por sí mismos como el sueño de manejar un avión de vuelo circular se convertía en realidad. Incluso los caramelos pintados sirven para que el más joven de los presentes, de dos años y medio, se aproxime al cielo. No obstante, también los mayores se han incorporado a una iniciativa cuyos límites los establece la propia capacidad y la técnica y que próximamente tendrá lugar en Palma.
Tal es el caso de la delegada insular de la ONCE, Carmen Soler, que decidió aventurarse con una práctica en la que equivocarse significa destruir el modelo. El siguiente paso estribaría en la utilización del radiocontrol aunque ello supone un aumento considerable de la dificultad. Pero un colectivo que diariamente supera barreras físicas y psíquicas no parece dispuesto a doblegarse ante los retos.
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