Han tardado un poco más de lo normal, debido al intenso frío y el viento, pero por fin las ramas de los almendros de Corona ya comienzan a mostrar sus flores. Esta estampa, una de las más fotografiadas en las Pitiüses, se ha convertido en uno de los reclamos de la localidad de Santa Agnès, que estos días ha celebrado sus fiestas patronales, para atraer a los visitantes.

A pesar de que esta zona conserva todavía una importante población de almendros, el número se ha reducido de una manera drástica en las últimas décadas. A lo largo de los siglos XIX, las almendras y las algarrobas fueron los principales cultivos arbóreos en la isla. El Arxiduc Lluís Salvador ya señalaba en su obra «Die Balearen» que en Eivissa se dedicaban «15.500 cuarteres» de tierra a este árbol. La producción era, por tanto, muy importante. Según los datos del Puerto de Eivissa, recogidos por Joan Carles Cirer en su libro «Economia a Eivissa i Formentera al segle XIX», en el quinquenio 1895-1899 salieron a los mercados exteriores nada menos que 509 toneladas de almendra. El principal importador de este fruto pitiuso era Málaga, que se quedaba la de mejor calidad. Mientras, las almendras que tenían un mejor grado de conservación se transportaban a otros puertos mucho más lejanos, como los del sur de Francia e, incluso, varios del continente americano.

Desde 1785 hasta 1867 se dobló la producción de este producto en Eivissa, que vivió su apogeo a principios del siglo XX, cuando llegó a triplicarse, según los datos aportados Cirer. Sin embargo, este cultivo ha perdido gran parte de su interés para los agricultores de las Pitiüses, que desde mediados de este siglo han comenzado a abandonar, por múltiples razones, su producción. Ahora, la única gran extensión de almendros que queda en nuestra isla es la de Santa Agnès, en es Pla de Corona que, al margen de los beneficios que puedan dar a los payeses, se han convertido en un atractivo turístico más.