Sant Antoni vivió ayer una jornada grande en mayúsculas porque de idéntica magnitud fueron los sentimientos, aficiones e intereses que se sumaron en la localidad ibicenca. Deporte, naturaleza o gastronomía se conjugaron en torno a un patrón y a numerosas actividades centradas en torno a la figura del protector de los animales domésticos y del trabajo en el campo. Una tradición que se extiende por todo el país y que cuenta con especial relevancia en las Pitiüses. La historia del burro malherido y sanado por el santo se repite así en cada una de las ciudades españolas.

A las nueve de la mañana comenzaron los actos de homenaje con un pasacalles a cargo de la Banda de Majorets de Figueretes que se continuaría con un torneo de petanca celebrado en el velódromo de Can Coix. A las once se inauguró una exposición de coches antiguos organizada por el Classic Automóvil Club de Ibiza. Hasta veinte unidades se concentraron en el Passeig de ses Fonts entre los que se podía encontrar de un Ford Sedan de 1928 al mítico Seiscientos. Numeroso público acudió a contemplar la muestra, así como a presenciar los actos religiosos, aprovechando el clima favorable que presidió el día.

Una hora después se ofició una misa colegiada que fue presidida por el secretario del obispo, Sergio Requena, y a la que asistieron varios sacerdotes. El sentido religioso es uno de los aspectos más destacados y así se quiso hacer ver. De hecho, la consideración como criaturas de Dios de los animales fue una de las claves de la alocución papal de enero de 1990, en que Juan Pablo II afirmó que poseían «un soplo vital recibido de Dios». Tras la eucaristía, perros, gatos, ratones e incluso dos iguanas -algunos de los cuales optaron por seguir la antigua tradición catalana de acudir engalanados aunque sin aperos de labranza- fueron bendecidos a la espera de los tradicionales buñuelos y el ball pagés que en esta ocasión fue protagonizado por la colla de Can Bonet. Una suelta de palomas, como símbolo de la paz y un desfile de carros antiguos y caballos cerraron una mañana en la que se sucedieron multitud de anécdotas: desde los abrigos de algunas señoras que se empeñaban en llevar puestas a algunas especies en una festividad que anima precisamente al respeto del medio ambiente hasta las riñas protagonizadas a la puerta de la Iglesia por los canes, ninguna de las cuales llegó a representar un incidente.