María Torres, de 81 años, relata entusiasmada que «los chicos»,
refiriéndose al personal del servicio de telealarma de Cruz Roja,
fueron los primeros en felicitarle el día de su cumpleaños. Viuda
desde hace doce años y sin hijos, María decidió hace tres años
instalar en su casa el servicio de teleasistencia o telealarma, un
sistema conectado al teléfono que le permite recibir ayuda del
personal de Cruz Roja si sufre algún percance con solo una llamada
o pulsando la alarma digital del collar que no se quita del cuello
ni para dormir.
«El otro día me arrodillé y no me pude levantar. Tuve que llamar
a los chicos para que me ayudaran», comenta. Medio centenar de
personas mayores de las Pitiüses, en similares circunstancias en
las que se encuentra María, tienen en su domicilio el servicio de
teleasistencia. «Se trata de personas mayores que están solas o
matrimonios sin hijos. Aunque tengan familia es un servicio útil»,
apostilla Eva Ferrer, de Cruz Roja.
María cuenta cómo le tuvieron que romper una cerradura para
poder entrar en su casa tras pedir auxilio. Sin embargo, pese a
esos pequeños percances está satisfecha. El ingreso a una
residencia es algo que descarta: «No, no. Mientras pueda arreglarme
en casa no me voy a una residencia. Si no puedo, tendré que ir. No
tengo familia, sólo dos cuñadas».
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