Alumnos del Conservatorio de Eivissa, cuya sede es el edificio polivalente de Cas Serres, ensayan en un aula en la que se aprecian las goteras del techo. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

Aprender música en Eivissa es cada vez más complicado. Además de pelearse con los pentagramas, los estudiantes y los profesores deben aprender a esquivar las numerosas goteras y charcos que se forman en el suelo del edificio polivalente de Cas Serres. De lo contrario, acabarán en la sala de Urgencias de Can Misses con alguna magulladuras en su cuerpo debido a los resbalones, como ya les ha pasado a varios alumnos y a algún maestro del Conservatorio.

«Cada vez que llueve diez minutos las paredes de las clases comienzan a gotear de una manera generosa», explica un profesor del centro. Sólo hace falta fijarse en las paredes desconchadas y las manchas de humedad del tejado para comprobar que esto es así. El suelo del centro, de mármol, se convierte en una peligrosa pista de patinaje con las primeras gotas. «Algunas goteras caen justo al lado de los fluorescentes, así que les digo a los estudiantes que ni se les ocurra tocar los interruptores», explica la directora del Conservatorio, Lina Bufí.

Este no es, sin embargo, el único problema con el que se encuentran los alumnos, puesto que la falta de espacio es, según Bufí, acuciante. Tanto es así que la misma directora del centro se ha visto obligada a ceder su despacho para dar clases de algunas asignaturas. «Cuando se inauguró este edificio, hace 10 ó 12 años, se hizo pensando en las necesidades de la época, que eran más bien escasas. Ahora, tenemos cerca de 200 estudiantes y 11 profesores, por lo que habrá que pensar en un traslado», explica un profesor.