Tal vez su vida no haya dado un giro radical -según propia confesión- aunque lo cierto es que la rutina de José Cuenca no es la misma desde que obtuvo el título de Mister Baleares. Con un físico envidiable, que no ha variado tras el concurso, podría pensarse que es el carácter de este joven de 23 años lo que sí ha experimentado alguna modificación y, sin embargo, en persona, continúa afrontando con timidez los focos de las cámaras y las preguntas de los periodistas, no terminando de convencerse de poseer el galardón que le considera el hombre más guapo de la comunidad. Se presentó al certamen por mediación de un amigo, «con la única esperanza de alcanzar el tercer puesto» señala, y ha conseguido que su sueño, dedicarse al mundo de la moda -y concretamente a la pasarela- deje de ser una ilusión. El pasado fin de semana realizó varias sesiones para un catálogo de motos y están en pie «varios trabajos» que desarrolla con ilusión hasta que en octubre se celebre la elección de Mister España, evento que afronta con escepticismo: «Supongo que allí el nivel será muy alto y la verdad es que ni siquiera me planteo el ganar». Con los pies en la tierra sabe ver el lado negativo de una realidad en la que no es oro todo lo que reluce: «la verdad es que tiene que ser un poco estresante. Nadie sabe de verdad donde se mete», comenta. Mallorquín, cuarto de cinco hermanos y dependiente de profesión, es el único de la familia que ha optado por dedicarse a esta profesión, «podría decirse que soy el pionero de la saga». Cuenca ha aprovechado una breve estancia en Eivissa, de apenas cuatro días en compañía de varios amigos para conocer sus playas «y sobre todo las discotecas», y ha terminado sorprendido por la vida nocturna de la ciudad «creo que en ese sentido es mejor que Palma aunque quizás aquello es más bonito».