Esta es la historia de cuatro hombres. Cuatro trabajadores del mar. Sus nombres no tienen importancia, lo que cuenta es su trabajo, sus anécdotas, su amargo sudor, la paciencia de sus familias. Son Manolo, Alejandro, Luis y Àngel. Llevan sumados a sus espaldas más de medio siglo viviendo de lo que da el mar. Que en los tiempos que corren es bien poco. Embarcan a diario en el Sa Rata. Una barcaza blanca amarrada en el muelle pesquero de Eivissa. Cuando la luna llega a su máximo esplendor, allá por las tres de la mañana, todo está listo en el muelle. Aún se escucha el ruido de los que se divierten por la noche mientras la mayoría descansa en sus casas. Para los cuatro pescadores es la hora de empezar una nueva jornada de trabajo. Son las tres y media. Los motores empiezan a rugir. Objetivo: ocho millas al sur de la costa de la isla de Formentera.

Mientras los cuatro marineros hacen de su corto sueño un arma perfecta para combatir el tiempo libre que les queda hasta alcanzar la zona de pesca, el patrón toma firme el timón. «Todos los días del año soportando calor y frío. Haciendo de esto el pan de cada día. Es duro, pero hay que mantener a nuestras familias y sólo aguantan los que tenemos vocación», dice Àngel evitando que sus ojos se cierren.