Un año más, los hechos han caído por su propio peso durante el mes
de agosto, demostrando que los actuales servicios municipales del
Eivissa son incapaces de tratar, simultáneamente, todos los
problemas que tiene esta ciudad. Los contenedores de basura se
vuelven insuficientes, los aparcamientos no bastan para el número
de coches que circulan por las calles, la policía no da a basto
para controlar todas las situaciones que lo requieren. Los
ticketeros, sin ningún tipo de identificación municipal que les
acredite, campan a sus anchas; los vendedores ambulantes se
confunden con los que tienen autorización y es fácil encontrar
puntos de venta de estupefacientes.
De todas estas cuestiones, la suciedad y el caos circulatorio
suelen ser las que más molestias provocan a los ciudadanos. Cientos
de turistas se despreocupan del lugar en el que aparcan sus
vehículos, no dudan en tomar una calle en dirección prohibida para
acortar el camino y no respetan ninguna de las señales de
tráfico.
A la vez, las bolsas de basura rebosan los contenedores, el
suelo aparece cubierto de una importante capa de mugre y el
personal de las empresas contratadas por el Ayuntamiento parece más
escaso que nunca. Los propietarios de restaurantes con terraza
colocan mesas y sillas en la calle cerrando el paso a los peatones.
Nadie tiene tiempo para controlar el espacio que ocupan ni la hora
a la que cierran. Eivissa y Sant Antoni son, sin duda, los
municipios más castigados por la avalancha indiscriminada de
turistas.
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