Milena Herrera El día de ayer, pese al carácter alegre y festivo, se convirtió para muchos en lenta tortura. Y si no que se lo digan al presidente de la Comunitat Autònoma, Francesc Antich, que aguantó estoicamente las altas temperaturas, sentado cara al sol, en lo que en un día de alto contenido religioso puede interpretarse como una dura penitencia. Por suerte para él, se evitó la subida a pie hasta la Catedral, un lujo reservado a pocos del que también disfrutó en coche oficial el director insular, Luis Carlos Fernández Tejerina.

Lo de la música da para un capítulo aparte. Por una parte la polémica del cambio de himnos y, por otra, lo de la banda de música. Deleitó a los más madrugadores con un poquito de jazz a las puertas de la Catedral; eran sólo pequeños arranques de los músicos, pero a lo mejor deberían plantearse cambiar de estilo y abandonar, aunque sólo sea de vez en cuando, las melodías tradicionales. Lo más curioso fue lo ocurrido durante la procesión: a medio recorrido empezó a sonar «El chocolatero», lo que provocó el estupor de unos y las risas de otros. Alguien se arrancó con un «Olé» y me consta que más de uno se revolvió dentro de su traje por tanta falta de «rigor y respeto». También andaban revueltos los representantes de las parroquias y las colles. No se pensó en ellos para los asientos en la misa y se dieron una buena panzada de bailar a pleno sol. Más de uno protestaba en voz alta.

Para los dirigentes del Partido Popular el día también fue duro: por primera vez no eran los organizadores, ni los más saludados, ni los protagonistas de las fotos. Para compensar las ausencias de Marí Calbet y Fajarnés estaban presentes Palau y los alcaldes de Sant Antoni y Sant Joan. Los Antoni Marí (el Marí Tur y el Marí Marí) se están convirtiendo en los políticos populares más simpáticos y dicharacheros. Por cierto, que los peces gordos del PP últimamente se lavan las manos y dejan a otros que lleven el peso de la oposición. Ayer le tocó el turno de hacer de mala de la película a Cava de Llano. A nadie debe gustarle protestar en día de fiesta.

Por cierto, que los centros de flores que adornaron la puerta de la Catedral el día de la boda de la hija de Matutes ahí seguían. La Policía tuvo que retirarlos porque el fuerte viento amenazaba con tirar los cochambrosos restos sobre la cabeza de alguno de los asistentes.