Alrdedor de las diez y media de la mañana nuestra jornada comienza a rodar en torno a la actualidad. Es entonces cuando en la primera reunión del día se decide quién irá a qué y el enfoque que se le dará al tema. as diferentes secciones que componen el periódico -local, sucesos, cultura, discreto y deportes- aportan sus ideas y comienzan a esbozarse las páginas. Ir enlazando realidades parciales para completar cada una de las noticias es la base de un trabajo que termina por convertirse en una unión de verdades segmentadas de fuentes y redactor.

Eso supone llamadas de teléfono, verificación de rumores y, por descontado, acudir al lugar de los hechos. Coordinar a fotógrafos y redactores para que nada quede fuera de tratamiento es una tarea complicada que sustenta la filosofía de un diario que pretende llegar hasta el último rincón de la isla. Con los pies en la calle, se inicia el choque con el mundo. Uno se hace periodista porque desea cambiar lo que le rodea y es precisamente cuando la realidad se cruza en el camino, el momento en el que se piensa en otro tipo de profesión.

Tras dos horas que se convierten en bastantes minutos menos para comer, la segunda convocatoria en el despacho del redactor jefe para perfilar ya los diversos asuntos, marca el comienzo de la tarde que se dedica a realizar los textos, siempre contando con el factor azar en el que tienen cabida todos los hechos imprevisibles de la noche. Cuando esto ocurre, modificar el planillo -así se denomina al esquema de las páginas antes de escribirlas y en el que se incluyen los módulos publicitarios- es una cuestión de segundos, especialmente si es a última hora del cierre.

· Nieves Ibarrondo.