Se marcharon el pasado doce de julio y han recorrido, en menos de quince días, más de cien kilómetros. Veinticuatro personas con espíritu aventurero y devoción cristiana pertenecientes a las parroquias ibicencas de Sant Antoni, Santa Cruz y Sant Jordi que durante dos semanas se levantaban en plenas vacaciones a las seis de la mañana y emprendían una marcha (en diferentes grupos según el ritmo de cada uno) que podía ser de hasta treinta kilómetros diarios con descansos cada dos horas. Eligieron el camino francés, desde Roncesvalles, y han visitado diferentes pueblos y aldeas gallegas como Triacastela, Portomarín, Palas de Rei, Santa Irene, o Monte do Gozo en los que, según el coordinador del grupo, Josep Lluis Mollà, «la hospitalidad ha sido la nota dominante, tanto por parte de parroquias como de gente de los albergues, voluntarios o personal de los servicios sanitarios y Cruz Roja que encontrábamos en el camino». La diversión ha tenido cabida también dentro de un esfuerzo que entre los participantes, de 14 a 36 años, se aligeró con humor y fe. La recompensa venía en forma de diploma: la compostelana, obtenida por los miembros de la expedición el domingo cuando, una vez traspasada la puerta santa, justificaron su viaje en oración.