Juan, el camarero del restaurante Rías Baixas de Sant Antoni,
estaba el pasado miércoles colocando los limones que le había
traído la propietaria del local. De pronto, notó que le costaba
levantar uno de ellos; lo miró y se quedó asombrado: «Yo, en toda
mi vida, había visto una cosa así. Lo cogí y me fui corriendo a la
báscula. Un kilo y cien gramos, una pasada».
Las monumentales dimensiones de este cítrico le salvarán de
convertirse en aliño para los mariscos que se sirven en el
restaurante. Su futuro, pasa por decorar el local desde la copa de
un jarrón. ¿Cuál es el truco de este limón?, ¿vitaminas?, ¿cultivos
transgénicos?, nada de eso. Antonia, la propietaria del
establecimiento -junto a su marido- no se asombra por nada:
«Tenemos un árbol que da casi todos los limones de este tamaño.
Imagínate, tiene todas las ramas tocando el suelo de lo que pesan
los frutos», explica, «ni siquiera le hemos dado más agua que a los
demás. No sabemos por qué, pero todos son de este tipo».
La lástima, según la dueña del restaurante, es que todos los
limones que le proporciona este árbol no sirven para cocinar:
«Tienen mucho menos jugo y pulpa que los pequeños. Además, su sabor
no es tan bueno».
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