Un momento de la reunión de ayer que se celebró de un modo algo más flexible que en otras ocasiones. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

Un sesenta y cuatro aniversario que se computa en más de 20.000 días. Y es que, en Alcohólicos Anónimos, el tiempo transcurre en unidades de veinticuatro horas, medida que sirve para contabilizar la puesta en marcha de una vida nueva.

Ayer, la jornada de puertas abiertas ha recordado una fecha clave para la institución en la que pretenden dar a conocer «el programa y funcionamiento de la entidad» según señala Àngel, uno de sus miembros, mientras se enseña una comunidad que tiene de base la unidad de sus componentes frente a dos objetivos: superar la adicción y mantenerse sobrio. Sendas metas que se convierten en cimas dentro de una sociedad en la que el alcohol forma parte de la cotidianidad. Jaime lo expone gráficamente: «en un principio yo tuve que dejar de lado un poco ciertos ambientes». La idea es «llegar a convertir la bebida en una amiga, nunca plantarle retos porque nos vencería», afirma, hasta el momento en que «podamos volver a un hábito que ha dejado de ser una necesidad». Para ello se reúnen durante toda la semana alrededor de veinte personas. Citas que se convierten en elementos imprescindibles a la hora de afrontar la rutina sin una gota en su organismo y que ellos soportan gracias a las experiencias de otros, con decálogos y pautas de comportamiento resumidas en «12 pasos y 12 tradiciones». Descripciones breves de los peldaños a escalar de cara a una recuperación que se inicia «con la aceptación de la impotencia y del grado de importancia de una dependencia que es también mental y que requiere algo más que renunciar a tomar la primera copa». A partir de ahí, se renuncia a los sentimientos de culpabilidad, afrontando el hoy y desechando el orgullo.