Ferrer en su tienda ‘Ezk8’ en Vila. | Toni Planells

Joan Ferrer (Alicante, 1978) duda a la hora de definir su oficio. Opta por definirse como «humano», pero lo cierto es que Ferrer, aparte de skater, también es profesor, ha sido camarero, celador, dj, organizador de eventos y además regenta junto a Silvia, su pareja, la tienda de monopatines que lleva su apodo, Ezk8, por nombre. Apodo que eligió para su etapa como djJ que ya da por cerrada.

—¿Nació en Ibiza?

—No. Mi padre es de Ibiza pero yo no nací en Ibiza. Mi padre, Antonio Ferrer Díaz, era jugador de fútbol y cuando se fue al Valencia conoció a mi madre, Mayte Cea, se casaron y tuvieron allí a mi hermana Susana. Más tarde, cuando le ficharon para el Hércules, me tuvieron a mí en Alicante. Dos años después se retiró y se trajo a Ibiza a las valencianas y al alicantino (ríe).

—Ya que solo se define como ser humano, ¿cuál es su mundo?

—Mi mundo es el skate. Yo he sido skater toda mi vida y aquí nunca había habido tiendas, apenas había skate. Llegó un momento en el que ni Silvia ni yo estábamos a gusto en nuestros trabajos y decidimos crear nuestro pequeño mundo.

—¿Cuándo llegó el skate a Ibiza?

—El skate ha tenido varios momentos de popularidad. El primer boom fue a mediados de los 80. Salieron un par de películas muy famosas, Trashin y Al filo del abismo, también se organizó un campeonato en Can Misses (creo que lo organizó Víctor Juan), vinieron algunos profesionales a hacer una exhibición, y claro, éramos pequeños y nos enganchamos todos. No solo al skate, también a las vestimentas, a salir por la calle a patinar sin normas. Entonces el skate era más cuero y rock.

—¿Cómo aprendió?

— Como no había revistas ni medios, era todo creatividad. De repente alguien se quedaba con el eje o las ruedas en el bordillo y todos flipábamos, pero no sabíamos lo que hacíamos, era todo improvisación y ver qué pasa.

—¿Había mucha afición?

—Yo vivía cerca de Santa Cruz y nosotros nos juntábamos tras la iglesia, delante de la carnicería de Ferrá.    Pero había más pandillas, los del Arcadia en Figueretas o los del puerto, que eran todos un poco mayores y tenían bastante más nivel. En cada plaza podía haber hasta 20 chavales patinando, pero es que también había afición en Santa Eulària o en San Antonio. En esa época casi todo el mundo tuvo un patín. Fue un verdadero boom. También es verdad que no había internet ni consolas... Javi, el inglés, era uno de los más cracks, junto a Jaime Mauri, que tenía un estilo y una clase súper elegantes, y José Ferrá, que tenía un ollie increíble. Se saltaba los bancos de madera y todos flipábamos. De esa generación creo que el único que sigue patinando soy yo.

—¿El mundo del skate se engloba en el universo hiphop junto a disciplinas como el grafiti por ejemplo?

—Lo que pasa es que son todo actividades que se hacen en la calle y al final se acaban relacionando skaters, grafiteros o raperos. Pero el skate no tiene ideología ni música ni estilo de vestir. Tengo amigos que les gusta el hiphop, a otros el rock y a otros que ni les gusta la música. Hay quién viste ancho y quién viste clásico, Javi el inglés vestía súper ancho y súper pintas; en cambio Jaime Mauri vestía más clásico con sus politos y sus camisitas y después tenía el mejor ollie de la isla. El skate puede ser deporte, pero también un estilo de vida o una cultura. Depende de como lo viva cada uno.

—Como cultura, en el aspecto gráfico es impresionante el nivel de ilustraciones que decoran las tablas.

—Así es, hubo un momento en el que muchos grafiteros e ilustradores famosos empezaron a decorar las tablas de los colegas, o las suyas propias. Eso ocurrió en el segundo boom. En ese momento empezó a crecer la industria, salieron muchas marcas nuevas, comenzaron los campeonatos y como también había más revistas nosotros teníamos más información. Hasta a día de hoy, que el skate ya es un deporte olímpico y un deporte que mueve verdaderas fortunas. Ha perdido la esencia.

—¿Ha patinado siempre?

—Sí, aunque es verdad que ha habido épocas en las que nos interesaba más ir por ahí a buscar chicas que ir a patinar, eso sí, ¡íbamos con la tabla! (ríe).

[Silvia: «¡Y allí me encontró a mí!»]

—Aparte de a Silvia, ¿también encontró sus dotes como dj?

—Sí, fue en esa época, finales de los 90. Ya me gustaba mucho la música y coleccionaba CDs. Un colega, Xicu Bufí, montó un garito, el Cheyenne, en el paseo marítimo y me propuso poner música los viernes y sábados por un par de cervezas. Nos empezamos a juntar allí todos los roquerillos skaters y la cosa empezó a ir mejor. De una cervezas empecé a cobrar dinero y comprarme más y más discos. Ahora tendré una colección de unos 3.000, básicamente de rock, del más tranquilo al más cañero, pero también cosas más alternativas rollo Björk o Tricky... Hace unos años que lo dejé, pero llegué a pinchar mi música en Space, Pacha o en Pikes gracias a Diego Calvo, que elevó el rock a otro nivel. De esa época me viene lo de Ezq8, por que dj Ferrer me parecía un poco cutre. lo saqué de la mítica escena de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction, cuando recita el pasaje de la Biblia de ‘Ezekiel 25:17'. Pinchaba esta escena dos veces en cada sesión.

—También estuvo tras el Festival Ezk8, ¿qué fue de él?

—Sí, llegamos a tener el campeonato más importante de España. Hicimos mucho trabajo de promoción del skate y la cosa subió mucho. Llegamos a montar un par de tiendas y un bar de tapas, reggae, skate y demás. Pero llegó la crisis de 2008 y se lo llevó todo a la mierda. A día de hoy seguimos pagando la crisis, hemos hecho de todo para no tener que cerrar la tienda. Hoy en día hay buenos skate parcs por toda la isla, lo que pasa es que faltan eventos. En ese sentido, el año que viene Ezk8 cumple 20 años y ya os adelanto que haremos todo lo posible para celebrarlo de nuevo retomando el campeonato.