Corbacho, en el Pereyra. | Alejandro Mellon

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Ataviado con sus características gafas de pasta y una llamativa americana roja, a conjunto con su sombre, José Corbacho (Barcelona, 1965) recorre las plateas del Teatro Pereyra, observando minuciosamente los detalles de la reforma y las novedades del lugar donde actuará el próximo día 20.    No será, ni mucho menos, la primera vez que el humorista actúe en una Ibiza que conoce bien, pero no por ello deja de ser especial para él. Tras discernir unos últimos detalles sobre la iluminación y el decorado, dedica un buen rato a contestar las preguntas de este medio sobre él mismo, su trabajo y sobre el actual estado de lo que más y mejor conoce:el humor

—Todavía quedan casi dos semanas para su actuación. ¿Qué es lo que le trae por aquí?

—He venido porque yo llevo muchos años viniendo en Ibiza, y siempre había estado en reformas el Pereyra. Siempre había pensado que a ver cuando tenía la oportunidad de actuar, y cuando me llamaron para ver la reforma decidí venir. He estado toda la mañana viendo el teatro y ha quedado muy bonito, con la estructura de teatro del siglo XIX, con lo maravilloso que es toda la historia que hay detrás. No debe haber en este país muchos espacios como este. Es una joya del siglo pasado pero con una tecnología actual. Por eso, me encanta que se haya recuperado como un espacio con sentido para la gente de la isla. Para mí, que vengo del mundo del teatro, poder conocer como se ha hecho la reforma, los materiales de los inicios o los carnavales que se hacían hace 80 años. Así que ha sido un viaje relámpago.

—De Ibiza es un habitual

—Sí, pero me hace especial ilusión. Estoy de gira constante por toda España, pero venir a Ibiza es un plus especial. No quiero que sea un bolo o actuación más, porque a mí esta isla me ha dado mucho cariño y muy buena onda. Para mí es reencontrarse con amigos de hace muchos años. De hecho, da la casualidad que justo la semana que viene vengo también al Pereyra por el 50 cumpleaños de una buena amiga mía.

—Lleva años girando con su monólogo «Ante todo, con mucha calma», entiendo que es todo un éxito

—Sí, llevo cuatro años con este título, pero el monólogo se va transformando. Si hay gente que me ha visto hace un tiempo, y viene ahora, verá que he cambiado cosas. Me gusta que esté vivo. Y esta es una de las cosas que hago, pero en breves me voy a Málaga, a presentar un documental que hice junto a una buena amiga mía de Mallorca, Catalina Solivelles. Se llama «En un lugar de la mente» y trata sobre personas con problemas de salud mental enfrentándose al esfuerzo de actuar y representar una obra teatral.

—Sobre su profesión, el humor, cada vez se nota más una tendencia hacia hacer un humor que interactúe con el público, que lo haga partícipe. ¿Qué opinión le merece eso?

—A mí me parece    completamente lícito. Lo que le guste a una persona no tiene porque gustarle a otra, y todo va encontrando su público, lo importante es que al final la gente se ría. Sin embargo, yo con los años me he vuelto cada vez más clásico. Durante mucho tiempo, en la compañía de teatro donde empecé,    La Cubana, ya sacábamos a la gente al escenario para interactuar con ella. Sin embargo, a mí me gusta pensar que la gente que viene a verme no viene a ser la protagonista, sino a pasar un buen rato    y a disfrutar del espectáculo. Se podría decir que he hecho el camino contrario a lo que es la tendencia actual.

—Sobre el estado del humor, cada vez hay más gente que no es humorista que se lanza a coger un micrófono y realizar un pequeño monólogo. ¿Qué le parece esto?

—Creo que el mundo del humor y de la comedia no debería tener límites en ese sentido. A cada persona que le apetezca subir a un escenario y coger un micro, si le parece que pueda dar una nueva versión, le diría que adelante. Sí que me molesta cuando alguien de otro sector, como los periodistas deportivos o los políticos, intentan ser graciosos. Sin embargo, que el comediante sea más profesional, o más amateur, me parece maravilloso en todos los casos.

—Una clásica pregunta:¿el humor debe tener límites, o un comentario machista, racista u homófobo puede tener cabida    si todo el mundo entiende que es humor?

—Creo que para la comedia y para el humor es muy importante el contexto. Depende en qué lugar lo dices, hay cosas que dices que si lo sacas de contexto pueden sonar raras. Yo creo que el humor, como la sociedad, tiene que evolucionar. Probablemente ahora no nos ríamos de cosas que si nos reíamos hace treinta años. Cuando me preguntan por los límites del humor, pienso:nadie habla de los límites del drama, nadie se lo plantea. También hay una cosa de sentido común, y es que el humor y la comedia lo utilizas para comunicarte con la gente. Si estas en un patio de butacas y tienes unos referentes comunes con la gente, que entiende que eso es comedia, que es una broma, hay una complicidad y hay unas reglas del juego, no debería haber límites para conectar con el público. Luego hay otro límite que es el Código Penal.

—¿Ahora mismo está «Quequé» siendo procesado por hacer una broma sobre volar el Valle de los Caídos

—Bueno, Quequé lleva unos cuantos ya -risas-. Hay que ver que dicen los jueves y los abogados, pero a mí me parece que con la cantidad de cosas que hay importantes para juzgar y pasar un proceso penal, me parece absurdo gastar dinero y tiempo en esto. Y me parece absurdo porque es algo fuera del contexto, de la comedia, y has pensado que era algo real. Hay gente que es presidente o ministro de países y dice auténticas barbaridades, pero juzgamos a cómicos por lo que dicen. Cuando vienes al teatro, sabes a lo que vienes, nada sale del teatro y se va a la comisaría a poner una demanda. En cambio, sí ves un fragmento o un chiste concreto fuera de su contexto, no se entiende.

—Cambiando de tema, y enfocándonos en su figura, lleva muchos años en la escena, ya sea en teatro, televisión... ¿En qué momento se encuentra y que planes le depara el futuro?

—La verdad que estoy muy agusto porque puedo hacer lo que me da la gana, que es a lo que aspira la gente cuando se hace mayor. A mí me gusta mucho mi trabajo y poder venir a sitios como el Teatro Pereyra a hacer mi actuación, sumarme a proyectos como el documental que comentaba o una película que voy a dirigir a finales de año.    Para mí la suerte de esta vida es poder elegir lo qué quieres hacer o lo que no. Ahora me pueden decir de hacer un programa de televisión, que si no me interesa lo rechazo. Hacer teatro me permite llegar a una cantidad de sitios que de otra manera es complicada. Soy feliz haciendo lo que hago actualmente. Que la gente se acerque después de una actuación y me diga que hacía tiempo que no se reía tanto me hace feliz, y quiero que siga siendo así.