—Su primer libro se titula ‘En busca de la irrealidad', ¿cómo resultó este trabajo?
—La verdad que muy bien. Se publicó en España a finales de 2020 y posteriormente en varios países de Sudamérica y tuvo bastante buena acogida. Casi todas las críticas que se hicieron en medios de comunicación y en revistas literarias fueron muy buenas, así que la impresión es muy positiva.
—Y ahora cambia completamente de registro y publica ‘Entre acordes y cadenas', todo un homenaje a la música.
—Es un breve repaso por la historia del siglo XX y no sólo de España. También hablo de otros países de Iberoamérica, Francia o Rusia a través de la música. La utilizo para humanizar la historia porque creo que es la mejor manera. Ya lo digo en la contraportada, la historia que nos han explicado en el colegio o en la familia resulta muy distinta cuando, en vez de contarla, nos la cantan aquellos que compusieron unos temas que dieron sentido a un momento histórico.
—Usted asegura que con música se escribe la historia y que, además, este trabajo es como un concierto en papel.
—Mi padre fue el que me escribió el verso: La música esconde los siglos. Con ella se escribe la historia. Es una frase que siempre me marcó y la música siempre ha representado una parte fundamental de mi vida. No concibo un momento que no esté acompañado de una canción. Lo he querido definir como un concierto sobre el papel porque los dos libros que publico ahora, porque son dos, se estructuran como un concierto. Los prólogos se llaman preludios y los epílogos, codas.
—Ha contado con destacadas colaboraciones. ¿Cómo se han llevado a cabo?
—He contactado con cantautores que conocía y con otros que no conocía y cada uno ha escrito unas líneas. No son prólogos ni epílogos porque no hablan del libro, sino que les pedí unas breves palabras sobre lo que representaba la música para ellos. Algunos han compuesto y no han cantado, pero en esencia son cantautores. En total, son ocho. Dos de ellos para la edición catalana, tales como Lluís Llach, que hace el preludio, y Paco Muñoz, que escribe la coda. Para la edición en castellano he contado con tres autores para los preludios: Pablo Guerrero, Adolfo Celdrán o Katia Cardenal. Las codas corren a cargo de Luis Gómez Escolar, Gerardo Pablo y Manuelcha Prado.
—Se centra por tanto en 50 canciones para relatar la historia del último siglo.
—Sí, podían haber sido 45 o 65, pero tenía que poner un límite. Al final, descarté algunas sólo por eso, pero deja la puerta abierta a hacer una segunda parte.
—¿Qué hechos históricos o temas destacaría?
—Hablo, por ejemplo, de mayo del 68, pero no de lo que sucedió, sino de las canciones que compusieron en aquella época autores franceses y utilizo historias y relatos personales de ciudadanos anónimos que vivían en París en aquel momento para hablar de los acontecimientos. También hablo de los recitales que dió Johnny Cash en prisiones americanas de forma altruista y hablo de la importancia de humanizar todo lo que sucede en las cárceles. Además, cuento historias más mundanas como la del ‘La, la, la' de Massiel, una canción que está rodeada de alegrías y tristezas. Son historias que no todas hablan de guerras o de una revolución, sino que también abordan temas más normales que, al fin y al cabo, son los que más importan. La vida está en la cotidianidad.
—En ocasiones, cuesta relacionar un tema musical con un momento histórico.
—Así es. He hecho un esfuerzo de estudio y de documentación sobre todo lo que rodea a una canción. He estado un año escribiendo y previamente he hecho un trabajo de mucho tiempo, de asimilar y escuchar las canciones. El lector podrá leer dos o tres historias, dejar el libro y, al día siguiente, retomarlo porque son capítulos independientes, relatos cortos novelados sobre las canciones.
—Dentro de unos años, con el tipo de música que se escucha hoy en día, no resultará fácil escribir un libro así.
—La última canción del libro es de Facundo Cabral, ‘No soy de aquí, ni soy de allá'. Es un tema previo al 2011, pero hablo de cuando Cabral falleció asesinado por error de unos sicarios que querían matar en realidad a un empresario. Es cierto que lo que más se escucha hoy en día es la música latina o electrónica y dudo mucho que llegue a hacer un libro sobre estos estilos. Mucho tendría que cambiar porque es una música que no me dice nada. Sin embargo, detrás de lo más comercial, sigue habiendo música maravillosa. Uno de los cantautores que han colaborado no tiene ni 50 años y escribe música actual y compone unos temas preciosos y llenos de simbolismo. Tal vez sea el momento de no centrarse sólo en la música comercial, sino en los autores y artistas que realmente hacen música llena de sentimiento.
—Creo que una de las colaboraciones le hace especial ilusión.
—Es la guinda del pastel. Aunque ya falleció, su hijo me ha cedido dos lienzos de Luis Eduardo Aute, que también era un magnífico pintor. Es una suerte de homenaje a su padre y poder contar con esta colaboración significa mucho para mí porque es uno de los autores que, en todos los sentidos, más me ha influenciado.
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