Ana Mateos
Ana Mateos

Comunicadora

Lo de la presunción de inocencia

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Esta semana pudimos ver como la ministra y vicepresidenta del Gobierno, Maria Jesús Montero, ponía en cuestión una decisión judicial sobre el caso Dani Alves, que absuelve al futbolista de agresión sexual. Obviamente, una ministra no puede ir en contra de un derecho establecido en la Constitución y que básicamente, defiende algo así como que «es mejor tener a un culpable en libertad que a un inocente en prisión».

No seré yo quien defienda las palabras de la ministra -que tras unas horas rectificó- pero sí que creo que entiendo a lo que se refiere. Totalmente fuera de tono, no se me vayan a enfadar.

El problema reside en que las víctimas tienen que aportar muchas más pruebas de haber sido agredidas para ser creídas.

Pensaréis que al ser Formentera una población pequeña no sufrimos este tipo de ataques, agresiones, acosos y violaciones, pero nada más lejos de la realidad. Y ahí es dónde quiero llegar, creo que forma parte de la educación de nuestra sociedad. He recordado que en el colegio, cuando yo tenía seis o siete años, uno de los «juegos» de los chicos a las chicas era tocarles el culo y si llevaban falda, levantársela y tocarles las bragas.

Al primero que me hizo eso, sin dudarlo, le propiné una patada que le hizo sangrar la nariz. No me siento orgullosa de aquel hecho, de hecho recibí tremenda reprimenda que siendo yo una alumna de matrícula no había experimentado jamás, pero fue la única manera que tuve de defenderme sobre lo que me habían dicho siempre en mi casa: que nadie puede tocarme sin mi consentimiento. Aquí lo dejo por escrito: siento la patada y la violencia y no la justificaré nunca.

Más adelante, con la edad, he visto casos de acoso y agresión, uno muy cercano, que al querer ser denunciado públicamente por la víctima y tras contárselo a las personas que creían que podían ayudarla le dijeron: «En un sitio como este, tan pequeño, lo único que vas a conseguir es ser marcada, que la gente hable de ti, ¿qué van a decir tus padres? Nadie va a creerte», así que la víctima tuvo que bajar la cabeza, recoger sus cosas y marcharse mientras el acosador salía impune. Aquí lo del famoso #metoo se dejó para otras cosas.

No es el único caso de violencia que he conocido, pero claro, en un lugar como este... ¿Quién se atreve a denunciar? Siempre seremos las denunciantes -también hay hombres acosados- las culpables, incluso aunque haya personas que lo hayan podido ver o deducir, prefieren mirar hacia otro lado. Así es la sociedad en la que vivimos.

Por supuesto que hay acoso, agresión e incluso violaciones dentro del ámbito laboral y del hogar. Pero... ¿A quién van a creer? Algo habrás hecho tú.

Siempre hemos escuchado eso de «no ir provocando», no llegar demasiado bebida a casa porque «te pueden hacer algo» o incluso «no dar a entender que quieres algo si luego no quieres». Total, que la culpa siempre recae sobre víctima.

Hace años que no salgo, la verdad y mantengo una vida muy asceta, pero tengo la costumbre de salir a correr para mantenerme en forma y hace unos meses, no muchos, mientras yo hacía mi carrera habitual tuve que escuchar como un grupo de adolescentes me lanzaba improperios sexuales, a mí, que tengo ya una edad. No diré que me asusté pero me dejó cierta congoja en el cuerpo. ¿Qué haces ante una situación así? Si respondes, mal; si te dejas hacer y te quedas parada, no has opuesto resistencia, y luego vas y denuncias, y a no ser que tengas testigos (que quieran hablar) o que lo hayas grabado, la presunción de inocencia prevalece. Entonces... ¿Quién va a atreverse a denunciar una situación que le ha marcado, que le ha dejado con síndrome de estrés postraumático, si además luego va a tener que demostrarlo sin más fuerza que su propia valentía?

Creo sinceramente que es una cuestión educacional, y me explico: todavía tengo amigos y conocidos, que cuando tienen un hijo y una hija dicen eso de «con el niño ningún problema, pero con la niña... Esperemos que tenga cuidado y que no llegue a casa un día embarazada». No perdona. ¿Por qué no nos centramos en conseguir que tus hijos varones no sean unos acosadores en potencia en lugar de hacer que tus hijas tengan que ir con miedo, defendiéndose o fingiendo hablar por teléfono con alguien para no ser acosadas?

A día de hoy, que ya soy adulta, sigo cambiándome de acera si veo según que movimientos extraños, tengo eso grabado a fuego y pensé que al hacerme mayor se me pasaría y aunque tengo más voluntad de ello, el miedo intrínseco sigue ahí. Pero hago mía una frase que nada tiene que ver con este acoso, pero qué bien me viene para explicar que en el futuro, si tengo hijos, «prefiero ser la madre de una acosada que la madre de un acosador».

NdA: al cierre de este artículo la Fiscalía anunció el pasado miércoles que interpondrá un recurso de casación contra la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que absuelve a Dani Alves.