Los últimos datos de ocupación hotelera de agosto confirman de nuevo que la temporada turística de este 2024 es atípica, con bajadas notables de afluencia turística entre semana y subidas entre jueves y domingo. En agosto, la ocupación ha caído un 1,1% en Ibiza y Formentera, siguiendo la estela de pequeños descensos que venimos experimentando desde que prácticamente empezara la temporada en mayo. Es innegable que esa sensación de saturación que experimentamos el año pasado no ha existido en la presente temporada, pues se ha podido encontrar mesa en restaurantes a pie de playa y por la noche sin problema, no ha habido esos atascos kilométricos casi a diario en las carreteras y ha habido hoteles que apenas han alcanzado el 60% de ocupación en el que se supone que es el mes más ‘fuerte’ del verano. Este año, quizá más que otros, hemos pecado de optimistas al pensar en algunos momentos que se podrían superar los números del año pasado, que fueron realmente espectaculares. Por el momento, el sector turístico está tranquilo, pero ya advierten de que no hay que bajar la guardia porque ha habido señales que no se pueden despreciar. En este sentido, una de las sensaciones predominantes es que Ibiza y Formentera son caras y basta con salir a la calle para comprobar que es verdad. De hecho, no creo que sea casualidad que precisamente la única zona de Ibiza que no ha perdido ocupación hotelera este año en agosto sea Sant Antoni, una de las más asequibles (sino la que más) tanto en precios hoteleros como en oferta complementaria.    En paralelo, el precio de la vivienda ‘normal’ cada vez es más caro y propicia el chabolismo y la fuga de profesionales de todo tipo. Y en el horizonte, una manifestación el próximo 27 de septiembre contra la masificación y por el decrecimiento turístico. Una masificación que este año casi no ha existido y quienes la convocan lo saben, pero lo que les importa es hacer ruido ahora porque antes no les interesaba. Como si la masificación fuera flor de un día.